El Cine

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miércoles, 31 de julio de 2013

CHRISTIAN GREY - Su memoria 5.2(50sombras) / LOS INTERROGANTES

 
      


Entra y descubre la historia de 50 Sombras de Grey contada desde la perspectiva de Christian Grey. En la Piel de Grey es un apasionante relato que desvela los pensamientos más profundos y secretos más oscuros de Christian Grey. Conoce al verdadero Grey y el origen de sus sombras.


Anastasia acaba de conocer el cuarto del placer. Creo que su reacción ha sido buena. Está asombrada, pero ha estado haciendo preguntas, por lo que puedo inferir que le ha causado más intriga que repulsión. Y eso es un buen comienzo.
Sin embargo, cuando bajamos las escaleras, puedo sentir su temor. Es algo nuevo y completamente desconocido para ella y no dejo de sentirme un poco culpable por incitarla a este tipo de placeres.

—Soy totalmente consciente de que estoy llevándote por un camino oscuro, Anastasia, y por eso quiero de verdad que te lo pienses bien. Seguro que tienes cosas que preguntarme — le digo, ya en la cocina.

Prefiero que lo piense bien antes de apresurar una respuesta. No deseo que se sienta obligada a nada.
Creo que puede hacerme todas las preguntas que crea necesario. Eso la calmará y le dará información para tomar una decisión más acertada. Ha firmado el contrato de confidencialidad, así que no me molesta responder a todas sus dudas.
Saco el plato de quesos y las uvas de la nevera. Ella está parada y me mira indagando si debería ayudarme en algo. Comienzo a cortar una baguette y le indico que se siente en un taburete en la barra. Ella acata mi orden, lo cual me llena de satisfacción.

—Has hablado de papeleo— me dice, mientras termino de cortar el pan.
—Sí.
—¿A qué te refieres?

Le explico que además del acuerdo de confidencialidad, necesito que firme otro contrato en donde quedará especificado qué cosas podemos hacer y cuáles no. Es decir, saber cuáles son sus límites y que ella sepa también los míos.
Me mira asombrada. Ahora parece tomarse la situación mucho más livianamente que lo que corresponde. No ha registrado todavía que esta es la única forma que yo tengo de relacionarme con las mujeres.

—¿Y si no quiero?—me dice desafiante.

Perfecto, no hay ningún problema. Supongo que no esperará que le ruegue, ni que arme un escándalo.

—Pero ¿no tendremos la más mínima relación? —me pregunta rápidamente.
—No.
—¿Por qué?— me dice un poco molesta.
—Es el único tipo de relación que me interesa.
—¿Por qué?—vuelve a preguntar asombrada.



Podría ensayar mil respuestas para eso, pero escojo la simple. No me pondré a analizarme frente a ella. Encojo los hombros y voy por la respuesta sencilla:

—Soy así.
—¿Y cómo llegaste a ser así?—sigue indagando.

No me resulta divertido el lugar para el que se ha ido la conversación. No tengo intenciones en ser analizado ni por mi forma de ser, ni por mis gustos. ¿Qué se supone que debería responder?
De verdad, hubiera preferido que indagara sobre aspectos concretos de la sumisión y no que llevara la charla al plano de mi psiquis. Puede que mi cabeza esté un poco perturbada pero no me interesan las explicaciones sobre eso en este momento.

—¿Por qué cada uno es como es? Es muy difícil saberlo. ¿Por qué a unos les gusta el queso y otros lo odian? ¿Te gusta el queso? La señora Jones, mi ama de llaves, ha dejado queso para la cena.

Empiezo a poner la mesa. Anastasia me mira extrañada. Espero que no se sienta incómoda. Y que le guste el queso…



—¿Qué normas tengo que cumplir?— me pregunta sin prestar atención a la comida.

Está ansiosa, no soporta esperar mucho tiempo más, quiere saber y entender todo ahora mismo. Me mira como examinándome. Ha olvidado que estamos por cenar, está focalizada en otra cosa.

—Las tengo por escrito. Las veremos después de cenar— le digo, intentando que se relaje, que disfrute del momento. Ya luego nos ocuparemos del tema.
—De verdad que no tengo hambre —susurra.
—Vas a comer —le digo, sin darle margen a otra respuesta.

No voy a permitir que se emborrache nuevamente y pierda el control. Y menos esta noche. La quiero consciente, decidida y segura para mí. Deseo follármela y verla gemir de placer.
Le ofrezco otra copa de vino y me siento a su lado.
Le comento que le hará bien comer y que es importante que lo haga. Coge unas uvas. No es la mejor opción, pero es algo.

—¿Hace mucho que estás metido en esto? —retoma el tema.
—Sí.
—¿Es fácil encontrar a mujeres que lo acepten?—me pregunta ingenuamente.

No dudo en serle sincero. Quizás ella imagine una especie de secta o de casos excepcionales. Es más fácil encontrar una sumisa que una camisa con buen corte. Nunca he tenido problemas con las mujeres en ese sentido.

—Te sorprenderías —le respondo sin darle demasiada información.

Coge otra uva y la mete en su boca. Es delicioso verla comer.

—Entonces, ¿por qué yo? De verdad que no lo entiendo— dice algo afligida.

Termina la uva y se muerde el maldito labio inferior. La respuesta sale sin pensarlo.



—Anastasia, ya te lo he dicho. Tienes algo. No puedo apartarme de ti. Soy como una polilla atraída por la luz. Te deseo con locura, especialmente ahora, cuando vuelves a morderte el labio.

Se pone nerviosa. Pareciera que en lugar de disfrutar del momento y de mis halagos está empeñada en racionalizar toda la situación. La veo pensativa. Me gustaría saber cuáles son sus pensamientos. La observo atentamente, pero nada puedo descubrir en sus gestos.

—Creo que le has dado la vuelta a ese cliché —me dice, acusándome de algo que no comprendo.
—¡Come!— le indico, perdiendo la paciencia.
—No. Todavía no he firmado nada, así que creo que haré lo que yo decida un rato más, si no te parece mal.

Es evidente que su mayor interés está puesto en desafiarme. Me gustan los desafíos, no voy a negarlo. Hasta podría asegurar que me divierten. En general, siempre gano.
Además su actitud rebelde me excita. Será un placer castigarla cada vez que sea necesario. Le sonrío, seguro de que no sabe lo que estoy pensando.

—¿Cuántas mujeres? —me pregunta de repente.
—Quince.

Luego me pregunta la frecuencia, si le he hecho daño a alguna y si le haré daño a ella. Le explico que en algunos casos he estado más tiempo que otro con alguna sumisa, que sí le he hecho daño a una de ellas. Y que sí, que la castigaré cuando sea necesario y que va a ser doloroso. Es justo que lo sepa desde ahora.



LA MUSICA DE CHRISTIAN GREY:      Crazy in love  ( Beyoncé )


http://www.youtube.com/watch?v=ViwtNLUqkMY


LAS FRASES DE GREY:





TRAILER:  Matt Bomer - Alexis Bledel

https://www.youtube.com/watch?v=xdlKIu4D0yc



SU CASA EN ESCALA:

La cocina y el salón

La cocina

El comedor


CRISTIAN Y ANASTASIA:




 
 
 

CHRISTIAN GREY - Su memoria 5.1(50sombras) / CUARTO ROJO



     
Entra y descubre la historia de 50 Sombras de Grey contada desde la perspectiva de Christian Grey. En la Piel de Grey es un apasionante relato que desvela los pensamientos más profundos y secretos más oscuros de Christian Grey. Conoce al verdadero Grey y el origen de sus sombras.


Entra al cuarto de juegos y se queda boquiabierta. Durante un largo rato observa todo en el más absoluto de los silencios. Repasa cada rincón de la habitación: las cuerdas, las cadenas, los grilletes, los palos, los látigos, las fustas. Se detiene especialmente a mirar la cama y el sofá.
Yo estoy parado detrás de ella y la observo. ¿Qué estará pensando de todo esto? Imposible saberlo. Tal vez, salga corriendo. Tal vez, lo acepte. Lo que tengo claro es que probablemente nunca ha estado en un lugar así. Su rostro y, en especial, sus ojos brillantes me lo indican.
Comienza a avanzar por la habitación y se detiene frente al látigo de tiras. Parece que ha llamado su atención particularmente. Lo toca, como si tratara de un elemento exótico que nunca ha visto en su vida.

—Es un látigo de tiras —le indico, para que pueda ir reconociendo los objetos.




Puedo percibir que está asustada, pero no puedo garantizarlo. Se la ve nerviosa, con miedo, pero al mismo tiempo parece intrigada de manera positiva, dispuesta a avanzar sobre lo que está pasando. No pareciera que vaya a salir corriendo en shock de pánico. Su miedo es manejable. Y ese es un gran comienzo.
Sigue mirando. No habla, Su silencio me impacienta. Quiero escuchar sus pensamientos. Es raro que no haya dicho nada todavía.

—Di algo —le pido, aunque en un tono tranquilo, disimulando mi impaciencia para no asustarla.
—¿Se lo haces a gente o te lo hacen a ti?— me pregunta.

¡Bien! Esa curiosidad es positiva.
No empezó diciendo “eres un pervertido” o “¿cómo te atreves a traerme aquí?”. Eso podría haber sucedido y soy consciente de ello. Por eso, me alivia escuchar eso como primera reacción.
Me causa algo de gracia que diga “se lo haces a gente”. Es una manera extraña de decirlo. “A gente”. Sí, me sorprende. Y me confirma que no tiene mucha idea sobre estas cuestiones.

—Se lo hago a mujeres que quieren que se lo haga.
—Si tienes voluntarias dispuestas a aceptarlo, ¿qué hago yo aquí?— me pregunta.



Su pregunta me preocupa. ¿Es que acaso cree que hago esto sin consentimiento de la otra parte involucrada?
Por otra parte, la respuesta es sencilla. Creo que es evidente porqué está aquí.

—Porque quiero hacerlo contigo, lo deseo— le respondo.

Y alcanza con decirlo para empezar a imaginarla atada a esas cadenas, bajo la sumisión de la fusta.
Ahora se dirige hacia otro sector de la habitación.
Continúa mirando y tocando los objetos, con mucha intriga.

—¿Eres un sádico?—me pregunta, de repente.
—Soy un Amo— le aclaro.

Será importante que entienda la diferencia. Me molesta cierto tipo de confusiones, aunque en este caso no le presto importancia. Anastasia ya aprenderá sobre el tema.

—¿Qué significa eso? —me pregunta. Su tono de voz revela que está intrigada y que sigue algo asustada.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.




Veo que no comprende. No hay problema, ya habrá tiempo.

—¿Por qué iba a hacer algo así?— insiste asombrada.
—Por complacerme —le explico.

Su ingenuidad me provoca una sonrisa. Mis propias respuestas también me divierten.
Me alienta verla tan bien predispuesta. Hay algo en su actitud que me indica que vamos en una buena dirección.

—Digamos, en términos muy simples, que quiero que quieras complacerme —avanzo en mis explicaciones.

Me mira y no sabe qué responder. Piensa, mueve los ojos. Parece que va a decir algo, pero, luego, no lo hace. Al fin pregunta:

—¿Cómo tengo que hacerlo?
—Tengo normas, y quiero que las acates. Son normas que a ti te benefician y a mí me proporcionan placer . Si cumples esas normas para complacerme, te recompensaré. Si no, te castigaré para que aprendas — le indico.

No sé si realmente me está prestando atención. No deja de mirar en todas las direcciones, analizando cada objeto, cada rincón de la habitación

—¿Y en qué momento entra en juego todo esto? — me dice y hace un círculo con su dedo índice, indicando que se refiere a los artefactos de la habitación.
—Es parte del paquete de incentivos. Tanto de la recompensa como del castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí.

Me alegra comprobar que lentamente va entendiendo. Creo que esto será más fácil de lo que esperaba. Muy bien, señorita Steele. Pregunta educada, se informa, se deja convencer. Continúo la explicación, cada vez más relajado y seguro de que todo está bien.



—Se trata de ganarme tu confianza y tu respeto para que me permitas ejercer mi voluntad sobre ti. Obtendré un gran placer, incluso una gran alegría, si te sometes. Cuanto más te sometas, mayor será mi alegría. La ecuación es muy sencilla.

—De acuerdo, ¿y qué saco yo de todo esto?—me increpa de repente.

Su pregunta tiene algo que me sorprende. La idea de costo-beneficio no era algo que esperara escuchar de Anastasia. Realmente no tengo ni idea cuáles son sus ventajas. Bueno, supongo que obtiene una cosa que le interesa.

—A mí —le respondo sencillamente.

Sin embargo, me deja pensativo. ¿Querría alguna clase de incentivo extra? Algo me ha desconcertado de su comentario. Ya lo dirá.

—Anastasia, no hay manera de saber lo que piensas —me sincero con ella—.
Volvamos abajo, así podré concentrarme mejor. Me desconcentro mucho contigo aquí.

Le ofrezco mi mano pero me mira con desconfianza.
Sigue pensando, analizando la situación. De repente la buena predisposición se ha borrado y ha dejado paso al miedo.

—No voy a hacerte daño, Anastasia— le aclaro. Quiero que se quede tranquila.

Las palabras funcionan. Me da la mano y salimos del cuarto. Antes de bajar le muestro la que sería su habitación si es que decide firmar el contrato.
Primero se asombra y me pregunta si pretendo que ella viva allí. Le aclaro que solo se trata de los fines de semana. Luego indaga sobre si dormiremos juntos o separados. Sabe que no duermo con nadie. Me molesta que se meta en ese tema cuando sabe que no lo hago. No quiero exigencias, ni preguntas sobre cosas que no quiero responder.



—¿Dónde duermes tú?— indaga.
—Mi habitación está abajo. Vamos, debes de tener hambre— trato de desviar la conversación.
—Es raro, pero creo que se me ha quitado el hambre —me dice.

Algo nuevo le ha molestado. Tal vez tenga que ver con esto del dormir. Quizás su mayor anhelo sea dormir con su amado amante. No lo sé. Y espero que no sea así.
—Tienes que comer, Anastasia —me concentro en lo importante.

Vamos hacia abajo.
En las escaleras vamos de la mano y puedo percibir el temor en su pulso. ¿Qué estoy haciendo? No me gustaría que haga nada por sentirse forzada. La deseo mucho, pero no quiero hacerle mal. Ni que se arrepienta de nada.
No estoy dispuesto a asumir ningún riesgo. Todo lo que haga será con su pleno y absoluto consentimiento.



LA MUSICA DE GREY:  Variaciones Goldberg  ( Bach )

http://www.youtube.com/watch?v=UzUmzJyKjcM


LAS FRASES DE GREY:


 
  TRAILER:   Christian y Anastasia

https://www.youtube.com/watch?v=ka2_ANgzeyg


USA EL BLACKBERRY




LAS LLAMADAS DE CHRISTIAN




CHRISTIAN GREY - Su memoria 4.5(50sombras) / LA OPCION

 

Entra y descubre la historia de 50 Sombras de Grey contada desde la perspectiva de Christian Grey. En la Piel de Grey es un apasionante relato que desvela los pensamientos más profundos y secretos más oscuros de Christian Grey. Conoce al verdadero Grey y el origen de sus sombras.


Mientras voy al otro cuarto a buscar el contrato de confidencialidad me pregunto cómo tomará todo esto. La veo receptiva y dispuesta a todo. Sin embargo, temo que algo le resulte extraño. Es evidente que no está acostumbrada a este tipo de cosas. De ahí que su reacción me resulte difícil de adivinar.
Me acerco hacia ella. Sigue sentada. La luz del salón la ilumina de una manera especial. Está hermosa.

—Esto es un acuerdo de confidencialidad. Mi abogado ha insistido—me siento algo incómodo mientras se lo digo. Está claro que es lo último que está esperando recibir en ese momento.
Se lo alcanzo. Me mira con desconcierto.

—Si eliges la segunda opción, la corrupción, tendrás que firmarlo—intento ponerle algo de simpatía a la situación que se ha vuelto un tanto tensa.
—¿Y si no quiero firmar nada?— su pregunta parece desafiante. Pero no lo es. Me pregunta para saber qué opciones tiene. Como si quisiera averiguar cómo es mi forma de comportarme en estos casos.



Tal vez, espere que le diga que no habrá problemas, que si quiere que no firme, que su belleza es superior a cualquier contrato. Tendré que empezar a desilusionar ese ideal romántico.

—Entonces te quedas con los ideales de Angel Clare, bueno, al menos en la mayor parte del libro— le respondo.

Probablemente espere otra cosa de mí, lo sé. Ojalá pueda entenderme a mí y a mi forma de ser.

—¿Qué implica este acuerdo?—indaga con curiosidad.
—Implica que no puedes contar nada de lo que suceda entre nosotros. Nada a nadie.

Me mira. Algo se pregunta mientras lo hace, pero no se atreve a decirlo. Seguro que miles de dudas invaden su cabeza. Empieza a percibir que hay algo más. Sus ojos lo dicen. Sabe que está a punto de descubrir algo que no puede imaginar de qué se trata. Se le ve la curiosidad en el rostro.

—De acuerdo, lo firmaré— me dice de repente, convencida.



Le alcanzo un bolígrafo. Lo coge y se dispone a firmarlo. Me sorprende que lo haga así, sin más.

—¿Ni siquiera vas a leerlo?
—No.

No puedo creer lo que me dice. Probablemente esta niña nunca haya tenido que firmar cosas de importancia en su vida y no entienda el riesgo que eso implica. La veo muy infantil e inocente y eso me preocupa.

—Anastasia, siempre deberías leer todo lo que firmas —le advierto.
—Christian, lo que no entiendes es que en ningún caso hablaría de nosotros con nadie. Ni siquiera con Kate. Así que lo mismo da si f irmo un acuerdo o no. Si es tan importante para ti o para tu abogado… con el que es obvio que hablas de mí , de acuerdo. Lo firmaré.

Sus palabras logran convencerme. En algún punto me halaga que sienta confianza por mí. Y también me deja tranquilo saber que no va firmando contratos sin leerlos. Es decir, que no era imprudencia, sino confianza.
La confianza es algo fundamental en todas mis relaciones. No podría hacerlo de otro modo. Necesito que confíen en mí. Así que esta situación me genera bienestar. Y un buen presentimiento sobre lo que está por venir.

—Buena puntualización, señorita Steele—le respondo de mejor humor.

Firma el contrato. Se la ve convencida de lo que hace. La miro mientras posa feliz deslizando el bolígrafo. Pareciera que está firmando un contrato de algo que le provoca felicidad, como si hubiera adquirido un nuevo piso soñado o un trabajo que siempre deseó.
Me gusta verla en este estado. Disfruto de su buena predisposición.
Luego, me entrega una copia. Dobla la otra y la guarda en su bolso. Da un largo sorbo de vino. No quisiera que hoy también se excediera con el alcohol, pero, por ahora, prefiero no decir nada al respecto. Se la ve radiante y decidida.

—¿Quiere decir eso que vas a hacerme el amor esta noche, Christian?— dice intentando provocarme.



Debo reconocer que por un lado me gusta que lo haga, pero que no termina de lograr el efecto deseado. Parece más una niña intentando hacerlo,  que una mujer decidida a todo.
La realidad es que quedan muchas cosas por resolver todavía antes de follar.
Me detengo un momento a pensar: sé que voy a desilusionarla un poco, pero debo aclarárselo.

—No, Anastasia, no quiere decir eso. En primer lugar, yo no hago el amor. Yo follo… duro. En segundo lugar, tenemos mucho más papeleo que arreglar. Y en tercer lugar, todavía no sabes de lo que se trata. Todavía podrías salir corriendo. Ven, quiero mostrarte mi cuarto de juegos.



El momento se acerca. No estoy tenso, tampoco feliz. Es como una parte del trámite. El papeleo necesario para después entregarme al placer.

—¿Quieres jugar con la Xbox? —me pregunta.

Su ingenuidad hace que se me escape una carcajada imposible de frenar. La Xbox…qué ocurrencia. La Xbox…Está claro que no tiene idea de dónde está, de quién soy yo, ni de lo que está por vivir.

—No, Anastasia, ni a la Xbox ni a la PlayStation. Ven.

No voy a demorarlo más. Incluso ya siento ganas de dar el siguiente paso.
Me levanto y la invito a que lo haga conmigo. Vamos por el pasillo hacia la escalera. Siento su pulso. No parece asustada.
En su rostro el gesto que predomina es el de curiosidad. No sé qué imagina. Tal vez, que voy a llevarla a un parque.
Subimos la escalera. Ya arriba empiezo a sentir algo de ansiedad.
No quisiera que armara un escándalo. Tampoco que se sintiera obligada a nada. Pero debe conocerme.
En los otros casos, las sumisas que llegaron hasta aquí, ya sabían a dónde iban. O por lo menos, yo sabía eso. Creo que en este caso mi ansiedad es una nueva sensación para mí.
Llegamos a la puerta de la habitación. Saco la llave. No deja de mirarme intrigada. Respiro profundo y le aclaro una vez más.

—Puedes marcharte en cualquier momento. El helicóptero está listo para llevarte a donde quieras. Puedes pasar la noche aquí y marcharte mañana por la mañana. Lo que decidas me parecerá bien.
Pero parece no escucharme. Su curiosidad es más fuerte que cualquier aclaración o advertencia que pueda hacerle en este momento. Sé que luego de que abra la puerta entenderá a qué me estoy refiriendo.

—Abre la maldita puerta de una vez, Christian—me dice impaciente.



Y lo hago. Entra insegura. Respira.
Su expresión es indescriptible. Tarda en volver a hablar



LA MUSICA DE CHRISTIAN GREY:  The first time ever I saw your face ( Roberta Flac )

http://www.youtube.com/watch?v=Go9aks4aujM


LAS FRASES DE GREY:


 
TRAILER:
 
 
 
 
SUS OBJETOS;
 

El coche de las "sumisas"

El coche de Anastasia

Vainilla

El champán preferido de Christian

El té preferido de Anastasia

La primera comida juntos " las ostras"
 

martes, 30 de julio de 2013

CHRISTIAN GREY - Su memoria 4.4(50sombras)/ LLEGADA A ESCALA

 

Entra y descubre la historia de 50 Sombras de Grey contada desde la perspectiva de Christian Grey. En la Piel de Grey es un apasionante relato que desvela los pensamientos más profundos y secretos más oscuros de Christian Grey. Conoce al verdadero Grey y el origen de sus sombras.


Aterrizamos en la pista de la azotea de mi edificio. Me siento un poco extraño, es la primera vez que una mujer vuela en el Charlie Tango. No soy de las personas que les da demasiada importancia a ese tipo de eventos. Me parece sensiblería y no va conmigo. La primera vez, la última… No importa.
Sin embargo, me invade una extrañeza a la que no puedo terminar de definir. Ha sido todo tan natural, tan fluido. Creo que casi ni lo he pensado, surgió así, la he invitado sin considerar que nunca antes había llevado a una mujer conmigo. En definitiva tampoco había dormido con ninguna otra antes.

Entre las luces y sombras del momento puedo percibir sus miedos y sus dudas, pero también la excitación que le provoca la experiencia. El instante es fantástico y no quiero que se sienta mal por nada.
De repente, se cruza por mi cabeza que en poco tiempo sabrá la verdad y algo me angustia. No quiero lastimarla. Bueno, no quiero hacerlo sin su consentimiento.
Mientras desabrocho su cinturón de seguridad le digo:

—No tienes que hacer nada que no quieras hacer. Lo sabes, ¿verdad?
—Nunca haría nada que no quisiera hacer, Christian—me responde, aunque todavía no sepa con exactitud a lo que me refiero.

Sin embargo, hay algo en el tono que logra calmarme. Como si, en definitiva, pudiera controlar la situación.
Abro la puerta del helicóptero y bajo. Luego la ayudo a ella a que lo haga. Se la nota nerviosa, como si la altura le diera temor. La cojo de la cintura y la llevo hacia el ascensor.
Cuando entramos puedo verla en mis brazos a través de los espejos. Me reconforta verla ahí. Freno esa sensación en el mismo momento de sentirla.

Casa de Christian.  El vestíbulo

Entramos al vestíbulo. Anastasia observa todo con la precisión de un detective que busca pistas. Las flores, las paredes, los cuadros. La llevo por el pasillo hasta el salón principal.
Dejo que siga mirándolo todo y haciendo un minucioso registro mental del mobiliario. Se la nota impactada. Luego, le pido que me dé su chaqueta.
Me hace un gesto para decirme que no, indicándome que tiene frío. Luego, mira hacia el piano y detiene sus ojos allí por un momento. Ya le contaré más sobre mis aficiones.
Le pregunto si quiere tomar una copa. Me mira pensativa. Como si no supiera qué hacer o qué respuesta debería darme. Trato de solucionar su duda:

—Yo tomaré una copa de vino blanco. ¿Quieres tú otra?—le pregunto.
—Sí, gracias —me responde

Anastasia camina hacia la pared de cristal. Aprovecho para abrir una botella de vino. Luego, regresa hacia el sector en donde estoy yo.

—¿Te parece bien un Pouilly Fumé?—interrogo para ver sus conocimientos sobre vino.
—No tengo ni idea de vinos, Christian. Estoy segura de que será perfecto—responde tímida y ansiosa. Me gusta su sinceridad.




Le tiendo una copa de vino. Tal vez, esto ayude a que se relaje. Bebe un sorbo y sigue con la observación del lugar, de los objetos, de los detalles.

—Estás muy callada y ni siquiera te has puesto roja. La verdad es que creo que nunca te había visto tan pálida, Anastasia —le comento para asegurarme de que esté bien—. ¿Tienes hambre?

Niega con la cabeza. ¿Debería preocuparme por ella? La deseo, pero también quiero verla bien.
Finalmente rompe el silencio.

—Qué casa tan grande—observa. No creo que sea una observación demasiado especial. Incluso me sorprende escucharla.
—¿Grande?
—Grande—repite convencida, como si dijera algo especial.
—Es grande —le confirmo con una sonrisa.

La miro mirar. Me encanta. Veo que comienza a distenderse, aunque sea un poco.

—¿Sabes tocar? —me pregunta señalando el piano.
—Sí—le confirmo sin entrar en detalles.
—¿Bien?
—Sí—respondo sin modestia, pero sin arrogancia.
—Claro, cómo no. ¿Hay algo que no hagas bien?—parece intentar burlarse.
Sin embrago, decido responder en serio:
—Sí… un par o tres de cosas.

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No puedo parar de mirarla, ni siquiera un segundo. De hecho, no quiero dejar de hacerlo.

—¿Quieres sentarte?—le ofrezco.
Me dice que sí con su cabeza. La cojo de la mano y la llevo hasta el sofá. De repente sonríe.

—¿Qué te parece tan divertido?—le digo sin entender su sonrisa.

Decide evadir su risa y mi pregunta.

—¿Por qué me regalaste precisamente Tess, la de los d’Urberville? —interroga. Me sorprende que lo mencione en este momento.
—Bueno, me dijiste que te gustaba Thomas Hardy—menciono sin darle demasiada importancia.
—¿Solo por eso?—me pregunta decepcionada.

De acuerdo, quiere que le diga algo más, que la cautive. No será difícil.

—Me pareció apropiado. Yo podría empujarte a algún ideal imposible, como Angel Clare, o corromperte del todo, como Alec d’Urberville.

Me mira entregada, curiosa. Me desea.

—Si solo hay dos posibilidades, elijo la corrupción —me sorprende con su respuesta.

Escuchar esa respuesta me alienta. Creo que todo irá bien. Los pensamientos comienzan a difuminarse en mi cabeza y solo puedo concentrarme en ella, en su manera de hablar, en lo que acaba de decirme. Pero entonces algo salta en mi interior. Una alarma, algo que me dice que podría sufrir por mi culpa. Algo que me dice que Anastasia en este momento no tiene consciencia de lo que está diciendo. No, no lo sabe.
Completa la escena mordiéndose el labio. Ese gesto me vuelve loco. Vuelvo a caer en esa extraña sensación que siento cuando está a mi lado. Quiero focalizar antes de perderme en mi deseo.

—Anastasia, deja de morderte el labio, por favor. Me desconcentras. No sabes lo que dices.


—Por eso estoy aquí— responde.

De acuerdo, veo que está dispuesta a provocarme. No seré yo quien la detenga esta vez. Quizás, sea el momento adecuado para relajarme y entregarme al placer.

—Sí. ¿Me disculpas un momento?—le digo. Y voy a buscar el contrato para que se entere de qué se trata todo esto.


LA MUSICA DE CHRISTIAN GREY:    Toxic ( Britney Spears )


http://www.youtube.com/watch?v=1SMCs1J48sw


LAS FRASES DE GREY:



 
 


TRAILER:   Christian y Anastasia

https://www.youtube.com/watch?v=y5WsCmvXsJ8


 

CHRISTIAN GREY / Su memoria 4.3 (50sombras) / SEATTLE



 


Clayton´s

Entra y descubre la historia de 50 Sombras de Grey contada desde la perspectiva de Christian Grey. En la Piel de Grey es un apasionante relato que desvela los pensamientos más profundos y secretos más oscuros de Christian Grey. Conoce al verdadero Grey y el origen de sus sombras.


Sale de Clayton’ s agitada, como si hubiera tenido que correr para poder estar a tiempo. Está nerviosa y se le nota. Pero también se la ve contenta y dispuesta a vivir una nueva aventura en su vida. Su calidez despierta una ternura inusual en mi manera de mirar a las mujeres.
Le sonrío, le abro la puerta del coche y la saludo:

—Buenas tardes, señorita Steele.
—Señor Grey— Inclina su cabeza de manera simpática.

Saluda a Taylor. Entro por la otra puerta y aprieto suavemente su mano, para indicarle que sé lo que está sintiendo y que quiero compartirlo con ella.
Le pregunto sobre su día de trabajo y me confiesa, supongo que sin darse cuenta, que se le ha hecho interminable. O puede que tal vez sí quiera demostrarme que ansiaba este momento.
Toco su mano y puedo percibir su excitación. Me divierte sentirlo y verla tan receptiva. Será una gran noche.
Rápidamente llegamos al aeropuerto. Taylor abre su puerta. La cojo de la mano. Me encanta ver la expresión de su rostro que combina ilusión con intriga.

—¿Preparada? —le pregunto.

Asiente sin decir palabra. ¿Qué pasará por su cabeza?
Nos dirigimos hacia los ascensores. Es inevitable no pensar en lo que sucedió hoy por la mañana. Me excita ese recuerdo. La deseo. Quiero llegar a casa, hablar con ella, seducirla
Anastasia también está pensando en el episodio del ascensor. Se ruboriza.

—Son solo tres plantas —le digo bromeando.



Los pocos segundos que estamos en el ascensor son eléctricos. La tensión sexual se respira en el ambiente.
Al bajar, observo su cara registrando todo lo que ve. Mira el helicóptero, la terraza. Creo que está analizando todo.

En el despacho, Joe me da el plan de vuelo y me indica que todo está listo. Así que, ¡a volar!

Entramos al Charly Tango. Le indico que no toque nada. Creo que está muy sorprendida y que el viaje en helicóptero la tiene un poco asustada.
Me inclino a abrochar su cinturón de seguridad. Me gusta que sienta mi cuerpo cerca y que la excitación vaya subiendo. La voy atando lentamente y empiezo a imaginar cómo será esto cuando ella esté desnuda.

El momento de atar a una sumisa es de doble excitación. Por un lado, ves cómo ella va perdiendo su capacidad de moverse, con lo cual, tu capacidad de poder aumenta. Por el otro, es la parte previa, donde todo está por hacerse, donde sube el deseo. La miro y sonrío. Jamás podría adivinar en qué estoy pensando en este instante.

Termino de atarla y siento su respiración sobre mi pelo. La sujeto lo más fuerte posible.

—Estás segura. No puedes escaparte —le digo—. Respira, Anastasia.

Me encanta este arnés. Se lo digo y me mira extrañada. Le doy un beso en el que apenas rozo sus labios. Y me dispongo a concentrarme y dejar mis fantasías para cuando terminemos el viaje y pueda hacerlas realidad.

Empiezo a comprobar indicadores y demás pasos del protocolo. Le indico a Anastasia que se ponga los cascos.
Le causa gracia escuchar mi voz por los auriculares.

De repente, me pregunta: —¿Sabes lo que haces?
—He sido piloto cuatro años, Anastasia. Estás a salvo conmigo —le digo sonriendo—. Bueno, mientras estemos volando —le aclaro en tono burlón.

Tiene los ojos muy abiertos. Observa todo. Está maravillada.
Me comunico con la torre de control para poder despegar. En cuanto me confirman, despego y comenzamos a elevarnos.
Anastasia observa la ciudad. Yo manejo concentrado.
Cuando todo está en movimiento y estabilizado le pregunto:

—Inquietante, ¿verdad?
—¿Cómo sabes que vas en la dirección correcta?
—Aquí —le señalo con el dedo el indicador con una brújula electrónica—. Es un Eurocopter EC135. Uno de los más seguros. Está equipado para volar de noche. En mi edificio hay un helipuerto. Allí nos dirigimos.

Al volar, y en especial durante la noche, debes prestar demasiada atención, así que mis pensamientos se interrumpen y me concentro pura y exclusivamente en el trabajo que estoy haciendo.

—Cuando vuelas de noche, no ves nada. Tienes que confiar en los aparatos —le aclaro para que esté tranquila y sepa que tenemos los mejores dispositivos.
—¿Cuánto durará el vuelo? —me pregunta ansiosa.
—Menos de una hora… Tenemos el viento a favor.



Siento sus nervios en el aire. Tal vez es porque no está acostumbrada a volar. Le pregunto si está bien y me responde con un monosilábico “sí” que me inquieta. La presiento demasiado tensa. Espero que cuando aterricemos logre distenderse un poco.

—Mira. Aquello es Seattle— le digo porque sé que le gustará saberlo y para que se relaje.
—¿Siempre impresionas así a las mujeres? ¿«Ven a dar una vuelta en mi helicóptero»?

Su pregunta me descoloca. No entiendo qué clase de interés puede tener eso y mucho menos por qué se pone a pensar esto sobre mí. De hecho, le suelto la verdad, para que abra los ojos y deje de pensar tonterías:

—Nunca he subido a una mujer al helicóptero, Anastasia. También esto es una novedad.


Escala

Supongo que no esperaría esa respuesta de mi parte. Hace unos días estaba dudando sobre si yo era homosexual y ahora se piensa que me dedico a conquistar mujeres llevándolas a pasear en helicóptero. Es raro cómo puede cambiar la percepción humana tan rápidamente.

—¿Estás impresionada?—le digo solo para ver qué responde a eso.
—Me siento sobrecogida, Christian.

Su respuesta me hace reír. Es inesperada y extraña.

—¿Sobrecogida?
—Lo haces todo… tan bien—me dice ilusionada.

Me gusta que piense eso. Espero que lo siga pensando dentro de unas horas cuando se entere de la verdad.

—Gracias, señorita Steele —me limito a responder por el momento.

Luego, nos quedamos en silencio. Seattle está cada vez más cerca.
La noche está hermosa y sé que Anastasia, a pesar de que pueda sentir algo de temor, está disfrutando de la experiencia. Lo cual me reconforta. Me gusta hacer que se sienta bien.
Me pregunta si me divierte volar y le respondo que sí. Aunque prefiero planear. Exige control y concentración, ¿cómo no iba a encantarme?
Llegaremos en un momento. No sé qué hará cuando se entere de quién soy realmente, cuando le muestre el contrato, cuando vea el cuarto del placer. Desde que la conozco he sentido que puede ser una sumisa, pero su ingenuidad me genera algunas dudas al respecto.
Ya vamos entre los edificios. Estamos cada vez más cerca. Esto es realmente fascinante.




 


LA MUSICA DE CRISTIAN GREY:    The Blower´s daughter  (Damien Rice )


http://www.youtube.com/watch?v=5YXVMCHG-Nk



LAS FRASES DE GREY:



TRAILER:  Christian Grey y Anastasia Steele


https://www.youtube.com/watch?v=u56fNfi1zrw