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domingo, 21 de julio de 2013

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY : Car, Sol y Bob (50sombras)


 

Tengo la boca seca. Tengo Sed. Necesito beber un poco de agua.
Las personas que están en la habitación hablan. Algunas hablan entre ellas. Otras hablan solas. Grace está hablando con una chica.
Sigo tumbado en la cama. La misma cama de sábanas blancas. Abro los ojos pero no me muevo. Si no me muevo quizás no se den cuenta de que estoy allí, o quizás, al menos no se den cuenta de que estoy despierto.
¿Están hablando de mí? Trato de respirar con cuidado, sin hacer ruido, y escuchar lo que dicen.
“Habéis sido aceptados en el programa de adopción, no obstante aún deberéis esperar. Debemos comprobar que no existe ningún familiar directo en vida que pudiera reclamar la custodia del chico. Debemos poder verificarlo y estar seguros de ello antes de proceder a firmar los papeles” – Es una voz entrecortada. Desganada. Triste.
“Lo entendemos. Descuide. Sin embargo, que pasa si tiene algún pariente. Un pariente cercano en vida. ¿Qué pasa si resulta que no lo hace mejor ?¿Qué pasa si también es como él?¿Qué pasa si es como ella?” – Dice otra voz. Una voz fuerte y tosca, pero también triste.
“Su madre no dejó ninguna indicación. No tenemos constancia de que hubiese ningún otro familiar. Ningún vecino conocía al padre ni a la madre. Nadie ha reclamado al chico ni nos ha aportado ninguna pista que nos pudiera servir para intentar encontrar a algún pariente”.


“Es triste decirlo, pero todo hace pensar que está sólo. La única razón por la que conocemos su nombre es porque él lo había escrito con tiza en la pared”.
¿Qué nombre? ¿A quién se refiere? Quiero abrir los ojos y preguntar de quien hablan pero me da miedo hacerlo. No quiero que me toquen. No quiero hablar con ellos.
“Pero no se preocupen. Si alguien viene a buscarlo y dispusiera de la potestad necesaria para acogerlo, personalmente me encargaré de que se haga un trabajo exhaustivo de investigación y seguimiento para asegurar el bienestar del niño allí donde esté”
Se hace el silencio. Nadie pronuncia una sola palabra durante los próximos cinco o diez minutos. ¿Se habrán dado cuenta de que estoy aquí? ¿Saben que estoy despierto? Por unos momentos temo que me hayan visto moverme.
“Bueno, en cualquier caso, por el momento solo nos queda resignarnos e intentar sobrellevarlo lo mejor posible mientras dure el periodo.” – Oigo como se marchan de la habitación.
¿Qué periodo?¿A dónde han ido? ¿Quién ese niño, a donde va? ¿A dónde se lo quiere llevar? Siguen hablando por el pasillo. Aún alcanzo a oírles.
“De momento, tan pronto como le podamos dar el alta y durante todo lo que dure el periodo de reasignación de custodia vivirá en una casa de acogida. Si nadie lo reclamase. Entonces, será todo suyo”
Mi cabeza comienza a dar vueltas. Hablan de mí. ¿Todo suyo?. Dejó de escuchar. Siento un vacío en el estomago. Un vacío como el que se siente al acercarse al borde de un precipicio. Tengo miedo. Me acurruco bajo las sábanas y aprieto la almohada contra mis oídos, con fuerza, utilizando las dos manos. No quiero seguir escuchando. Por suerte se alejan. Ya no consigo oírlos.
Después de un rato consigo calmarme. Pese a no haberme movido de la cama estoy cansado. Es de noche. No tardo mucho en dormirme.
Cuando vuelvo a despertar hay un montón de gente en la habitación. Como todas las personas que veo, también parecen felices y tristes. No había vuelto a ver tanta gente desde el último día que estuve en casa. Todos se mueven nerviosos de un lado para otro. Grace está ahí.
Ve que estoy despierto y se acerca a la cama.
“Esta es tu fiesta de bienvenida, Christian” – me dice con voz dulce. ¿Bienvenida a donde? Hace días que estoy aquí, hace días que no estoy en casa.




Mete ambas manos en una bolsa de deporte que hay junto a la cama y saca una pequeña caja. La coloca con cuidado sobre mis piernas. Junto a Grace hay un hombre. No sé quién es. Me mira intrigado como si esperase con curiosidad ver cómo reacciono.
“Este es un regalo para ti. Vamos, ábrelo, te gustará.”
De repente todo el mundo se calla y tornan su atención hacia donde estoy. Todo el mundo me mira. Noto como la piel de los brazos se me eriza. No quiero hacerlo pero creo que voy a llorar. Quiero a mamá. Quiero a Car. Quiero que me dejen en paz.
“Tranquilo.“ – Intenta acariciarme la cara con la mano. Me aparto. No quiero que me toque. Sorprendida recoge la mano. Cruza los brazos y se retira hacia atrás. Tiene la cara desencajada. Noto que se ha disgustado. Se retira. La pierdo de vista cuando se mezcla con el resto de las personas que se agolpan junto a la cama. Me da igual. No quiero saber nada de ella. No quiero saber nada de nadie.
Tras unos minutos de silencio, otra de las voces insiste.
“Es un regalo para ti. Vamos. Ábrelo”
Finalmente hago lo que me piden. Quizás así se marchen y me dejen en paz.
Cojo el regalo y quito el papel que envuelve la caja. La abro.
¡Es una foto de Car! Car está sobre una mesa, junto a la cama. Sonrío a Car. Él me sonríe. Creo que le gusta el regalo.
“Sabemos que te gusta Car, así que le hemos hecho una foto para que puedas llevarla contigo siempre que quieras. Es para ti, puedes llevártela a la casa de acogida” ¿Cómo sabe el nombre de Car? ¿Casa? ¿De vuelta a casa con mami? ¿Dónde está mami?
Mamí no está aquí. Hace muchos días que no veo a mami. El hombre malo tampoco está ahí. Comienza a dolerme el pecho. Algo me dice que Casa no es mi Casa. La casa de mamá. Mamá no va a estar allí. Quiero preguntarles porque me obligaron a irme. Porque se la llevaron a mamá.
No puedo respirar. Solo hago ruidos. Nadie parece contento. Todos están tristes. No entiendo nada. Quiero a mamá. No quiero saber nada de ellos ni de la foto. Golpeo el marco de cristal contra la mesa que hay junto de la cama. La fotografía y el marco caen rotos al suelo.
¿Casa? Yo ya tengo una casa.
Grace me mira. Esta sorprendida, pero no parece enfadada. Recoge la foto y la coloca en la mesa, junto a Car. Se agacha y de la misma bolsa de dónde sacó la foto saca dos muñecos. Los coloca también en la mesa. Junto a la foto. Junto a Car. Retira la mesa para que no pueda alcanzarlos.
Intento quitarlos. Intento tirarlos al suelo. Probablemente Car no quiera ser amigo de ellos. Quizás no quiera que Grace los ponga allí. Quizás Car los odie como yo odio a todas las personas que están en la habitación.
“Cariño. Todo va a estar bien. Serás parte de su familia. Pronto.” – Grace señala a la mujer que intentó tocarme y que ahora me mira desde el otro lado de la habitación, cabizbaja y compungida.
Ya tengo una casa, y también tengo una familia. Mamá, el Hombre Malo y Car. Mis ojos comienzan a rezumar lágrimas. No consigo alcanzar a Car. No puedo ver a mami. La gente comienza a irse. Todos parecen tristes. Muy tristes.
No entiendo. Quiero saber que quieren de mí.
De repente Grace se acerca a la mesa, coge a Car y lo pone en la cama, junto a mí, como si hubiese escuchado mis pensamientos. Como si supiera lo que quiero. La miro a los ojos.
Quizás sepa también lo que estoy pensando… Como Mamá.
“Christian, te prometo que cuidaremos de tí de ahora en adelante. Tendrás una vida de felicidad y amor. Tendrás la vida que te mereces” – Dice Grace. No quiero escucharla más. No quiero escucharle a ella ni a nadie más.
Aprieto a Car con fuerza contra mi pecho. No quiero nada de ellos. No necesito nada de ellos. Quiero a Car y a mama. A veces incluso pienso en volver a ver al Hombre Malo. También a él. Pero solo cuando no es malo. El Hombre Malo es bueno a veces.
Mis labios están otra vez secos. Grace me mira y antes de poder haber podido hacer ningún gesto me acerca una botella. Bebo.
Ella sabe lo que estoy pensando. Como mamá.
“Mira. Utiliza la pajita para beber. Así.” – Hago lo que me dice. Sabe muy bien. Está frío y tiene trozos de cosas  frías. Frías y dulces. Es suave y dulce.
Grace vuelve parecer contenta de nuevo. Creo que incluso he sonreído. Hace mucho tiempo que no sonreía.
“¿Mejor cariño?” – ¿Cómo sabe mi otro nombre? Quizás mamá se lo dijo… Si eso es así, significa que a mamá le gusta Grace. Eso significa que mí también podría gustarme Grace.
Me cae bien. No como mama o como Car, pero es buena conmigo. Tiene un pelo bonito como el de mamá. Quiero tocarlo.
No lo hago porque no se sí a ella le gustará. Grace coge los dos muñecos que había colocado junto a Car y los pone en la cama.
Grace vuelve parecer contenta de nuevo. Creo que incluso he sonreído. Hace mucho tiempo que no sonreía.
 Son de distinto color, pero se parecen a Car.

Sol

Bob

Christian

Car

Mama dice que Car es rojo. Uno de los muñecos de Grace es amarillo, como el sol. El otro es azul claro, como el cielo.
Me gustan los dos colores. Les sonrío. Me sonríen a mí.
Son buenos… como Car. Espero que a Car le caigan bien porque a mí me caen bien.
Se los enseño a Car. Sus nombres son Sol y Bob. A él le gustan. Le gustan también sus nombres.

Quizás toda esta gente triste y contenta. Toda esta gente nueva y extraña, no sean malas personas. Sonrío. Es la segunda vez en un mismo día.

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