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jueves, 1 de agosto de 2013

CHRISTIAN GREY - Anastasia 2(1996celta) / ERES MIA , SOLO MIA

 ( Basado en el texto de Cincuenta sombras de Grey)


Risas infantiles invadían el espacio de aquella estancia.  Anastasia hacía quince días que había dado a luz de Phoebe y tenía a la pequeña en sus brazos.  En el suelo tendido cuán largo era, Christian jugaba incansable con Teddy.  Quién pudiera verles, no se imaginaría el disgusto que tuvieron, cuando Anastasia le anunció que se había quedado embarazada.  Sonreía dulcemente evocando aquellos días, que no estaban tan distantes en el tiempo.  Observaba curiosa, cómo el pequeño hacía cosquillas a su padre y recordó lo difícil que fué  para ella, poder acariciar el torso de su marido.  El niño era el vivo retrato de  Christian: con carácter, y apuntaba a que sería protector y muy perfeccionista, tal cual era su padre.

  Giró la cabeza mirando a través de la ventana, como la lluvia se deslizaba  por los cristales.  Anastasia evoca con una suave sonrisa la primera vez que estuvo con Christian.  Lo sorprendida que estaba por la conducta de él, que no comprendía,  que no conocía. 
 Cuando intentó acariciar por primera vez su torso desnudo, y él retrocedió impidiendo ese contacto.  Andando el tiempo, cuando supo los motivos, entendía perfectamente su rechazo a la intimidad.  Sin embargo,  aquella noche, fue la primera vez que Christian compartió su cama con alguien, y fué con ella.  Nunca antes  había dormido con nadie. Ahora sabe a ciencia cierta, que Christian la amó desde el mismo instante en que se cruzaron sus miradas. El se lo repetía constantemente, pero no podía adivinar porqué la quería proteger  y controlarla de esa forma tan exagerada.  Se había convertido en su refugio.  Ella era la única que le daba una esperanza de futuro. 
 Hasta llegar a la paz de la que ahora disfrutaban, tuvieron que pasar muchas cosas juntos.  Incomprensiones, incomunicación, rebeldía...  pero sobretodo se habían amado desde el principio.  Habían sentido una mutua atracción difícilmente explicable.
  

 
 


—No me vengas con ironías —me dice con una sonrisa burlona—. En serio, ¿estás bien?- preguntaba Christian después de su primera experiencia amorosa con Anastasia
 

Sus ojos son intensos, perspicaces, incluso exigentes.


Me tiendo a su lado sintiendo los miembros desmadejados, con los huesos como de goma, pero estoy relajada, muy relajada. Le sonrío. No puedo dejar de sonreír. … todo tu ser completamente descontrolado, como cuando una lavadora centrifuga. Uau. No tenía ni idea de lo que mi cuerpo era capaz, de sentir


—Estás mordiéndote el labio, y no me has contestado.


Frunce el ceño. Le sonrío con gesto travieso. Está imponente con su pelo alborotado, sus ardientes ojos grises entrecerrados y su expresión seria e impenetrable.

Por un momento creo ver una fugaz expresión de alivio en su cara. Luego cambia rápidamente de expresión y me mira con ojos velados.


—Tienes una piel realmente preciosa —murmura.

 Siento la presión de los botones de su camisa mientras me retira el pelo de la cara y me besa en el hombro.
 
—¿Por qué no te has quitado la camisa? —le pregunto.

Se queda inmóvil. Acto seguido se quita la camisa y vuelve a tumbarse . Siento su cálida piel sobre la mía. Mmm… Es una maravilla. Tiene el pecho cubierto de una ligera capa de pelo, que me hace cosquillas en la espalda.  Y empieza a besarme muy suavemente alrededor de la oreja y en el cuello.

 

—Eres mía —susurra—. Solo mía. No lo olvides.

Su voz es embriagadora, y sus palabras, seductoras. Me acaricia detrás de la oreja con la nariz.
 
—Quiero que mañana recuerdes que eres solo mía. ¡ Eres mía !

—Christian, por favor —susurro.



—¿Qué quieres, Anastasia? Dímelo. Dímelo —murmura.
—A ti, por favor. Eres… tan…  Te… deseo… tanto…
—Eres… mía…  — me susurra,  mientras yo me sumerjo en un profundo sueño

 
Cuando me despierto, todavía no ha amanecido. No tengo ni idea de cuánto tiempo he dormido. Estiro las piernas debajo del edredón  No veo a Christian por ningún sitio. Me siento en la cama y contemplo la ciudad frente a mí. Hay menos luces encendidas en los rascacielos y el amanecer se insinúa ya hacia el este. Oigo música, notas cadenciosas de piano.
 
 
 
 
 
Un dulce y triste lamento. Bach, creo,  pero no estoy segura.
 
Echo el edredón a un lado y me dirijo,  sin hacer ruido,  al pasillo que lleva al gran salón. Christian está sentado al piano, totalmente absorto en la melodía que está tocando. Su expresión es triste y desamparada, como la música. Toca maravillosamente bien. Me apoyo en la pared y lo escucho embelesada. Es un músico extraordinario.  Con el cuerpo bañado en la cálida luz de una lámpara solitaria junto al piano. Como el resto del salón está oscuro, parece aislado en su pequeño foco de luz, intocable… solo en una burbuja.
 
Avanzo en silencio hacia él, atraída por la sublime y melancólica música. Estoy fascinada. Observo sus largos y hábiles dedos recorriendo y presionando suavemente las teclas, y pienso que esos mismos dedos han recorrido y acariciado con destreza mi cuerpo. Me ruborizo al pensarlo, sofoco un grito . Christian levanta sus insondables ojos grises con expresión indescifrable.
 
—Perdona —susurro—. No quería molestarte.

Frunce ligeramente el ceño.
—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón —murmura.

Deja de tocar y apoya las manos en las piernas.

 

De pronto me doy cuenta de que lleva puestos unos pantalones de pijama. Se pasa los dedos por el pelo y se levanta. Los pantalones le caen de esa manera tan sexy… Madre mía. Se me seca la boca cuando rodea tranquilamente el piano y se acerca a mí. Es ancho de hombros y estrecho de caderas, y al andar se le tensan los abdominales. Es impresionante…

—Deberías estar en la cama —me riñe.

—Un tema muy hermoso. ¿Bach?

—La transcripción es de Bach, pero originariamente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello.

—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.

Esboza una media sonrisa.

—A la cama —me ordena—. Por la mañana estarás agotada.

—Me he despertado y no estabas.

—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrado a dormir con nadie —murmura.




No logro discernir cuál es su estado de ánimo. Parece algo decaído, pero es difícil asegurarlo en la oscuridad. Quizá se deba al tono del tema que estaba tocando. Me rodea con un brazo y me lleva cariñosamente a la habitación.

—¿Cuándo empezaste a tocar? Tocas muy bien.

—A los seis años.

Christian a los seis años… Imagino a un precioso niño de pelo cobrizo y ojos grises, y se me cae la baba… Un niño de cabello alborotado al que le gusta la música increíblemente triste.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta ya de vuelta en la habitación y enciende una lamparita.

—Estoy bien.
 
Me coloca la mano debajo de la barbilla, me levanta la cara y me mira fijamente. Me observa con ojos intensos. Me doy cuenta de que es la primera vez que le veo el pecho desnudo. Alargo la mano de forma instintiva. Quiero pasarle los dedos por el oscuro pelo del pecho, pero de inmediato da un paso atrás.

—Métete en la cama —me dice bruscamente. Y luego suaviza un poco el tono—: Me acostaré contigo.

Retiro la mano y frunzo levemente el ceño. Creo que no le he tocado el torso ni una sola vez. Abre un cajón, saca una camiseta y se la pone rápidamente.

—A la cama —vuelve a ordenarme.

Salto a la cama intentando no pensar en nada de lo que ha ocurrido. Se tumba también él y me rodea con los brazos por detrás, de manera que no le veo la cara. Me besa el pelo con suavidad e inhala profundamente.

—Duérmete, dulce Anastasia —murmura.

Cierro los ojos, pero no puedo evitar sentir cierta melancolía, no sé si por la música o por su conducta. Christian Grey tiene un lado triste.


 
LAS FRASES DE GREY:


 


 

 NOTA:  Parte de este texto, está sacado de la obra original.  He anulado diálogos y frases, por tener excesiva carga erótica, y de esta forma evitar  dañar sensibilidades.  He de decir que son importantes para la historia. Recomiendo que para llegar a su conocimiento pleno, lean el texto íntegro en la obra original.

 

 

 
 

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