15 octubre, 2013
Festival de Sitges, Día 4: Machete Kills, We Are What We Are, Possession, Borgman
Espero que un día como el de hoy no se repita en Sitges. Es verdad que todos los años toca un día malo, de eso no se escapa nadie, y por lo menos hemos visto una película buena (el año pasado el día malo fue MUY malo), pero aún así jornadas como esta siempre son duras.
Empezamos la mañana con una apuesta segura (de seguro fracaso, más bien), Machete Kills, la secuela que todo el mundo esperaba como demuestra la taquilla estadounidense de este pasado fin de semana. En esta nueva entrega, Robert Rodriguez pone al personaje de Danny Trejo al servicio de los Estados Unidos (y de su presidente Charlie Sheen) con el objetivo de salvar a Washington del ataque de un misil que está en posesión de un pez gordo del cartel de la droga (Demian Hirsch).
En fin, todo el mundo sabe lo que va a ver en una película de Machete, acción desbocada, puns cómicos horrendos, y una galería de secundarios que están ahí para darle “glamour” a la película y no para aportar algo (¡si hasta hay un personaje que cambia de cara e incluso cuerpo solo para que salgan más famosos!). Lo mejor de Machete Kills es sin duda el inicio, en el que ponen un tráiler de lo que debería ser el cierre de trilogía, Machete Kills Again… in the Space, que tiene pinta de ser un explotation de Star Wars que habrían hecho los de Starcrash con medios actuales. ¿La película en sí? Pues plana, divertida durante la primera media hora, y repetitiva y cansina a partir de ese momento.
La siguiente producción que tocaba era We Are What We Are, un remake americano de una película mexicana que se pasó en este mismo festival hace tres años. Estamos ante una historia en principio intrigante, la madre de una familia muere dejando a su marido y sus hijos en duelo, pero tienen que seguir adelante las peculiares costumbres familiares que acontecen en el seno de su hogar, y que pueden tener relación con la desaparición de muchas chicas de la zona.
El problema de este film es que, a pesar de crear una buena atmósfera típica del cine gótico americano, con la casa siempre presente y la constante lluvia y tono grisáceo, e incluso contar con unas buenas interpretaciones, no consigue sobrepasar el escollo más importante: no convertirse en un desfile de tópicos. Tantos que llegado el momento de la revelación sobre la condición de esta familia, casi puedes imaginar los limitados escenarios en los que esta situación puede acabar. Los personajes, bastante planos y unidimensionales, tampoco ayudan a implicarte demasiado en la película, y el final se siente directamente ridículo. Es un buen intento por parte del director de Stake Land de hacer un american gothic de calidad que se queda solo en un intento, al film le falta sangre, no en la pantalla, sino en las venas.
Y aún con esas, comparada con Possession (Sapi), We Are What We Are merece la Palma de Oro de Cannes. Desde El Páramo, mi película más odiada de mi primera vez en Sitges, no me dejaba una cinta tan alucinado de lo mala que era. Brillante Mendoza tiene el dudoso honor de haber conseguido que decenas de espectadores abandonaran sus asientos, y no les culpo, a los que aguantamos hasta el final nos tendrían que haber dado el premio del público del festival, nunca habría estado más justificado.
Si vamos al grano, podemos decir que Possession narra una disputa entre dos cadenas de televisión filipinas por emitir las imágenes más polémicas y morbosas de supuestas posesiones que ocurren por la zona, y que es una crítica feroz a los medios de comunicación y sus intereses. O por lo menos esos es lo que supongo que quería decir Mendoza, porque la película encima es confusa. No tiene absolutamente nada que pueda llamar la atención y menos despertar la más mínima emoción en el espectador, los personajes son tan planos que casi ni se les ve, el ritmo es totalmente inexistente, la incursión de elementos de terror es propia de un adolescente en el bachiller de ciencias sociales (¡esos efectos de sonido!). En definitiva, una película horrible que aún así no te dormirá, querrás estar despierto todo el metraje porque querrás mirar cara a cara al horror.
Ante este panorama tan desolador, solo nos quedaba una película más en el horizonte, la holandesa Borgman, un film presentado en la sección oficial de Cannes que provocó bastantes debates después de su proyección, y que se ha vendido como una de las grandes atracciones de Sitges. Sin duda era mi gran atracción del día, y tenía la responsabilidad de hacerme volver a creer en el cine después de esta jornada aciaga. Y gracias al cielo que lo consiguió, moderadamente.
Borgman tiene toda la pinta de ser la Holy Motors de este año (en cuanto a estilo, no tanto en recibimiento por parte del público), una comedia que juega a descolocarte durante todo el metraje con elementos surrealistas y no da absolutamente ninguna explicación, algo que intuía ya desde los primeros minutos de película. Comentar detalles de su argumento, aunque sea el punto de partida, no le hace justicia a la verdadera trama, mezcla de géneros inverosímiles y que puede ir desde Canino (en la forma en la que deconstruye gracias al surrealismo a la familia burguesa contemporánea) hasta Funny Games (se desarrolla en una casa de campo y hay varias posibles resonancias en la trama). Al final Borgman se erige como una película con personalidad propia que si bien tiene un metraje excesivo que reduce el efecto de sus imágenes, se revela como una interesante reflexión sobre la situación de la familia occidental en el mundo actual. Y desde luego sabe a gloria después de tragar tanta mierda durante horas.
Empezamos la mañana con una apuesta segura (de seguro fracaso, más bien), Machete Kills, la secuela que todo el mundo esperaba como demuestra la taquilla estadounidense de este pasado fin de semana. En esta nueva entrega, Robert Rodriguez pone al personaje de Danny Trejo al servicio de los Estados Unidos (y de su presidente Charlie Sheen) con el objetivo de salvar a Washington del ataque de un misil que está en posesión de un pez gordo del cartel de la droga (Demian Hirsch).
En fin, todo el mundo sabe lo que va a ver en una película de Machete, acción desbocada, puns cómicos horrendos, y una galería de secundarios que están ahí para darle “glamour” a la película y no para aportar algo (¡si hasta hay un personaje que cambia de cara e incluso cuerpo solo para que salgan más famosos!). Lo mejor de Machete Kills es sin duda el inicio, en el que ponen un tráiler de lo que debería ser el cierre de trilogía, Machete Kills Again… in the Space, que tiene pinta de ser un explotation de Star Wars que habrían hecho los de Starcrash con medios actuales. ¿La película en sí? Pues plana, divertida durante la primera media hora, y repetitiva y cansina a partir de ese momento.
La siguiente producción que tocaba era We Are What We Are, un remake americano de una película mexicana que se pasó en este mismo festival hace tres años. Estamos ante una historia en principio intrigante, la madre de una familia muere dejando a su marido y sus hijos en duelo, pero tienen que seguir adelante las peculiares costumbres familiares que acontecen en el seno de su hogar, y que pueden tener relación con la desaparición de muchas chicas de la zona.
El problema de este film es que, a pesar de crear una buena atmósfera típica del cine gótico americano, con la casa siempre presente y la constante lluvia y tono grisáceo, e incluso contar con unas buenas interpretaciones, no consigue sobrepasar el escollo más importante: no convertirse en un desfile de tópicos. Tantos que llegado el momento de la revelación sobre la condición de esta familia, casi puedes imaginar los limitados escenarios en los que esta situación puede acabar. Los personajes, bastante planos y unidimensionales, tampoco ayudan a implicarte demasiado en la película, y el final se siente directamente ridículo. Es un buen intento por parte del director de Stake Land de hacer un american gothic de calidad que se queda solo en un intento, al film le falta sangre, no en la pantalla, sino en las venas.
Y aún con esas, comparada con Possession (Sapi), We Are What We Are merece la Palma de Oro de Cannes. Desde El Páramo, mi película más odiada de mi primera vez en Sitges, no me dejaba una cinta tan alucinado de lo mala que era. Brillante Mendoza tiene el dudoso honor de haber conseguido que decenas de espectadores abandonaran sus asientos, y no les culpo, a los que aguantamos hasta el final nos tendrían que haber dado el premio del público del festival, nunca habría estado más justificado.
Si vamos al grano, podemos decir que Possession narra una disputa entre dos cadenas de televisión filipinas por emitir las imágenes más polémicas y morbosas de supuestas posesiones que ocurren por la zona, y que es una crítica feroz a los medios de comunicación y sus intereses. O por lo menos esos es lo que supongo que quería decir Mendoza, porque la película encima es confusa. No tiene absolutamente nada que pueda llamar la atención y menos despertar la más mínima emoción en el espectador, los personajes son tan planos que casi ni se les ve, el ritmo es totalmente inexistente, la incursión de elementos de terror es propia de un adolescente en el bachiller de ciencias sociales (¡esos efectos de sonido!). En definitiva, una película horrible que aún así no te dormirá, querrás estar despierto todo el metraje porque querrás mirar cara a cara al horror.
Ante este panorama tan desolador, solo nos quedaba una película más en el horizonte, la holandesa Borgman, un film presentado en la sección oficial de Cannes que provocó bastantes debates después de su proyección, y que se ha vendido como una de las grandes atracciones de Sitges. Sin duda era mi gran atracción del día, y tenía la responsabilidad de hacerme volver a creer en el cine después de esta jornada aciaga. Y gracias al cielo que lo consiguió, moderadamente.
Borgman tiene toda la pinta de ser la Holy Motors de este año (en cuanto a estilo, no tanto en recibimiento por parte del público), una comedia que juega a descolocarte durante todo el metraje con elementos surrealistas y no da absolutamente ninguna explicación, algo que intuía ya desde los primeros minutos de película. Comentar detalles de su argumento, aunque sea el punto de partida, no le hace justicia a la verdadera trama, mezcla de géneros inverosímiles y que puede ir desde Canino (en la forma en la que deconstruye gracias al surrealismo a la familia burguesa contemporánea) hasta Funny Games (se desarrolla en una casa de campo y hay varias posibles resonancias en la trama). Al final Borgman se erige como una película con personalidad propia que si bien tiene un metraje excesivo que reduce el efecto de sus imágenes, se revela como una interesante reflexión sobre la situación de la familia occidental en el mundo actual. Y desde luego sabe a gloria después de tragar tanta mierda durante horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario