Los descendientes
Dirección: Alexander Payne
Guión: Alexander Payne, Nat Faxon y Jim Rash, basado en la novela de Kaui Hart Hemmings
Producción: Jim Burke, Alexander Payne y Jim Taylor Fotografía: Phedon Papamichael
Montaje: Kevin Tent
Diseño de producción: Jane Ann Stewart
Vestuario: Wendy Chuck
FICHA ARTÍSTICA
Matt King: George Clooney
Alexandra King: Shailene Woodley
Primo Hugh: Beau Bridges
Scott Thorson: Robert Forster
Julie Speer: Judy Greer
Brian Speer: Matthew Lillard
Sid: Nick Krause
Scottie King: Amara Miller
Kai Mitchell: Mary Birdsong
Mark Mitchell: Rob Huebel
Argumento:
Matt King, casado y padre de dos niñas, se ve obligado a reconsiderar su pasado y a encauzar su futuro cuando su mujer sufre un terrible accidente de barco en Waikiki. Matt intenta torpemente recomponer la relación con sus hijas –la precoz Scottie, de 10 años, y la rebelde Alexandra, de 17, al mismo tiempo que se enfrenta a la difícil decisión de vender las tierras de la familia. Herencia de la unión entre la realeza hawaiana y los misioneros, los King poseen algunas de las últimas zonas vírgenes de playa tropical de las islas, de un valor incalculable.
Gran acierto el de Alexander Payne con este drama en tierras que todo mortal considera paradisíacas, el propio Matt King corrobora que la gente se cree que por vivir donde vive es el Paraíso y no. Allí también tienen problemas y sufren. Eso sí, con ciertos toques de humor en todos los personajes, desde la más pequeña de las hijas hasta el amigo de la mayor, que uno llega a pensar que más idiota no puede ser y que es interpretado por Nick Krause de una manera excelente.
La cinta no pierde el ritmo de la narración y los hechos se van sucediendo lentamente pero sin pausa, rodeados de una banda sonora acorde y en la que ayudan también los propios actores, estupendos en sus personajes y tan naturales que no desentonan como familia.
Lo que se puede esperar de la película es un redescubrimiento de la familia como tal y de la manera que tiene cada uno de afrontar los problemas, y consigue meter al espectador en esa dinámica e incluso de hacerlo partícipe en primera persona de algún hecho más íntimo. En determinados puntos de la cinta emociona, pero no de manera lacrimógena, puesto que Payne parece que no quiere llegar a ese momento de arrancar lágrimas al espectador, sin embargo, es inevitable ver el dolor y la, en cierto modo, ternura que desprende la película a partes iguales.
Si además como fondo tenemos un paisaje idílico que se deja ver de vez en cuando y un trasfondo en el que se nos abre los ojos ante la vida y que nos dice que cuidemos de lo que queremos en el presente, nos preocupemos en lo realmente importante, hacen de esta película merecedora de los premios que lleva recibidos gracias a ese conjunto tan cuidado.
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