Aunque la fecha de estreno de la película se pospuso a Febrero de 2015, el rodaje de la película 50 Sombras de Grey sigue viento en popa y ni siquiera el frío que hace estos días de invierno en Vancouver parece estar entorpeciendo la buena marcha del proyecto. Cada día que pasa nos siguen llegando nuevas imágenes de Jamie y Dakota, caracterizados como Christian y Anastasia. La química entre ambos es palpable. Llamadle afinidad, conexión o como querais. La complicidad que los dos actores muestran delante de las cámaras es incuestionable, y eso es justo lo que una película como 50 Sombras de Grey necesita. ¿No os me creeis? Pues echadle un vistazo a las fotos que hoy han llegado a nuestras manos y que recogen el momento en la que Christian salva a Ana de ser atropellada por un ciclista cuando ambos caminan por la calle.
A continuación os mostramos las fotos del memorable momento junto con un extracto de “En la piel de Grey”, el relato que narra la historia 50 Sombras de Grey contado desde la perspectiva de Christian.
Ya casi estamos en el hotel cuando de repente me suelta una nueva, inapropiada e inoportuna pregunta.
- “¿Tienes novia?”
Señorita Steele, aprecio el valor, no el descaro.
La osadía gratuita es algo que habitualmente encuentro inaceptable. Desagradable en las formas sobre todo si la chica en cuestión de la que proviene la insolencia lleva aún la ropa puesta.
Por alguna razón hoy es diferente. Casi diría que su impertinencia me ha gustado.
Sonrío.
Supongo que en el fondo es lo justo. Yo le he preguntado lo mismo.
Parece no tener ni idea de cómo funciona mi vida. De lo que me gusta hacer.
Resulta casi entrañable.
“No, Anastasia. Yo no tengo novias”, le informo con voz pausada.

Puedo notar en su mirada como su cerebro se colapsa. ¿Pensaba que de eso iba esta “cita”? Mierda. Naturalmente. Es lo que cualquier persona hubiera pensado. Cualquier persona normal.
Por el gesto de su rostro sé que estoy en lo cierto.
De repente da un salto tratando de alejarse. En su afán de zafarse de mí tropieza y cae hacia la calzada. Todo sucede muy rápido pero aún así consigo ver a un ciclista que se dirige directamente hacia donde ella va a desplomarse.
“¡Mierda, Ana!” Tiro de su mano con fuerza y ambos caemos al suelo. Ella encima de mí.
Para cuando comienzo a darme cuenta de lo que ha pasado me encuentro abrazándola contra mi pecho. Siento un cosquilleo extraño tras la nuca. Un sudor frío. Me siento como un adolescente tembloroso de 14 años a punto de recibir el primer beso de su vida.
Me gusta la sensación que me produce sujetarla entre mis brazos. El olor que desprende su pelo es embriagador. Con un brazo la sostengo contra mí mientras acaricio su rostro en busca de algún arañazo. Deseo saber que está bien.
Mi pulgar se desliza por el contorno de su boca hasta tocar su labio – el mismo labio que muerde cada vez que se ruboriza. Es tan suave. Tan apetecible. Quiero morderlo yo.
“¿Estás bien?”, le susurro, ella me mira con anhelo.
No parece asustada. Mira fijamente mi boca. No pestañea. No se mueve.
Puedo notar que quiere que la bese.
Ahhh, yo también quiero. Realmente lo deseo. Noto como me falta el aliento.
Nuestros ojos se encuentran. Puedo verme reflejado en esos preciosos ojos azules, grandes e inocentes.

Poco a poco comienzo a notar como el peso de su mirada me oprime el pecho. Puedo sentir como sus ojos escrutan mi alma y llegan a lo más profundo y oscuro de mí ser.
- Christian, “Cariño”. – Otra vez esa voz.
De repente, como si despertase de una pesadilla, vuelvo en mí.
¿Qué estoy haciendo por amor de Dios?
Como puedo estar jugando con el corazón de esta hermosa, dulce e inocente chica?
Ella se merece un hombre mucho mejor que yo. Un hombre normal. Se merece a una buena persona.
¿En qué me estoy convirtiendo? No queda dentro de mí siquiera un poco de dignidad y decencia?
Sacudo nuevamente la cabeza tratando de recomponerme.

- “Anastasia, deberías mantenerte alejada de mí. Yo no soy un hombre para ti ” – susurro.
- “Respira, Anastasia, respira. Voy a ayudarte a ponerte en pie y a dejarte marchar”. – me dice en voz baja.
Puedo notar que se siente molesta porque la haya rechazado. Ambos sabemos que ella estaba rogándome que la besara, y sin embargo yo no lo hice.
Le ayudo a levantarse. La sostengo de los hombros durante unos instantes para evitar que vuelva a caerse.

- “Quiero decirte una cosa” me dice, claramente avergonzada.
- “Gracias.”

- ¿”Por qué?” – Pregunto, sin soltarla. ¿Por qué se supone que me está dando las gracias? – ¿Por haber decidido no introducirla en el oscuro mundo del BDSM? ¿Por haber recobrado la cordura a tiempo y comportarme cómo un ser humano normal?
- “Por salvarme.”
- “Ese idiota iba contra dirección. Me alegro de haber estado aquí. Me dan escalofríos solo de pensar lo que podría haberte pasado.”