El Cine

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sábado, 3 de agosto de 2013

CHRISTIAN GREY - Anastasia 5 (1996celta) / ¿ Agradable conocerme ?

( Basado en el texto de Cincuenta sombras de Grey)


Anastasia estaba confundida entre el mar de sentimientos que estaba experimentando. ¡Cómo podía influenciarla tanto este hombre tan seductor, tan arrogante, tan seguro de sí mismo, tan autoritario, pero a la vez tan tierno y sensible con ella !  ¿ Había sido así en el trato con otras mujeres?  Cada vez que le miraba a los ojos, veía una luz especial. Algo muy semejante a lo que ella sentía por él.  Pero las dudas, volvían loca su cabeza. Tomar una decisión que me ayude...  a pensar,  y saber cuál es la correcta... Que me haga decidirme en cualquier sentido.  Estoy asustada, aunque en lo más profundo de mi, tengo la certeza de que no me haría ningún daño, al contrario trata de protegerme, y por eso insiste tanto en que busque en Internet.


 

Por primera vez en mi vida salgo a correr voluntariamente. Busco mis asquerosas zapatillas, que nunca uso, unos pantalones de chándal y una camiseta. Me hago dos trenzas, me ruborizo con los recuerdos que vuelven a mi mente y enciendo el iPod. No puedo sentarme frente a esa maravilla de la tecnología y seguir viendo o leyendo más material inquietante. Necesito quemar parte de esta excesiva y enervante energía. La verdad es que me apetece correr hasta el hotel Heathman y pedirle al obseso del control que esté conmigo. Pero nos distancian ocho kilómetros, y dudo que pueda llegar a correr dos, no digamos ya ocho, y por supuesto podría rechazarme, lo que sería muy humillante.

Cuando abro la puerta, Kate está saliendo de su coche. Casi se le caen las bolsas al verme. Ana Steele con zapatillas de deporte. La saludo con la mano y no me detengo para que no me pregunte. De verdad necesito estar un rato sola. Con Snow Patrol sonando en mis oídos, me introduzco en el anochecer ópalo y aguamarina.

http://www.youtube.com/watch?v=GemKqzILV4w

Cruzo el parque. ¿Qué voy a hacer? Le deseo, pero ¿en esos términos? La verdad es que no lo sé. Quizá debería negociar lo que quiero. Revisar ese ridículo contrato línea a línea y decir lo que me parece aceptable y lo que no. He descubierto en Internet que legalmente no tiene ningún valor. Seguro que él lo sabe. Supongo que solo sirve para sentar las bases de la relación. Detalla lo que puedo esperar de él y lo que él espera de mí: mi sumisión total.

 ¿Estoy preparada para ofrecérsela? ¿Y estoy capacitada?  Algo dentro de mi, niega mi voluntad para seguir su ritmo, pero por otro,  le deseo. Deseo sentir la ternura que sólo Christian había despertado en mis sentimientos.  Por otro lado, la envidia y duda de su comportamiento en otras ocasiones " no soy de flores y corazones"... Todas estas dudas ¿son motivadas porque soy inexperta? 

 De repente un ataque de celos me invade y pienso que mientras yo me devano en estos pensamientos, él quizá está contactando con alguna sumisa, con la señora Robinson, o con cualquier otra pardilla que se cruce en su camino. ¿Acaso te crees única ? ¿ Cómo puedes pensar que no tenga otras compañías femeninas. ¿Le has mirado bien ?



No puedo evitar el sentirme inferior a cualquier otra.  Sin duda quién se lo ha pasado bien, ha sido Christian con una muchacha a punto de graduarse en la universidad, y que como premio consiguió dar su virginidad a un ser absolutamente desconocido.

Una pregunta me reconcome: ¿por qué es él así? ¿Porque lo sedujeron cuando era muy joven? No lo sé. Sigue siendo todo un misterio, que tendría que ir descubriendo.  No sabía nada más que el episodio con la señora Robinson, pero deseaba saber más cosas.  Creía tener derecho a saberlo, si iba a dedicarse en cuerpo y alma a aquel hombre seductor, que ha cambiado su vida inesperadamente.

Me paro junto a un gran abeto, apoyo las manos en las rodillas y respiro hondo, me lleno de aire los pulmones.  Estoy algo cansada, pero me siento bien, es catártico. Siento que mi determinación se fortalece. Sí. Tengo que decirle lo que me parece bien y lo que no. Tengo que mandarle por e-mail lo que pienso y ya lo discutiremos el miércoles. Respiro hondo, como para limpiarme por dentro, y doy la vuelta hacia casa. Kate ha ido a comprar ropa, cómo no, para sus vacaciones en Barbados. Sobre todo bikinis y pareos a juego. Estará fantástica con todos esos modelitos, pero aun así se los prueba todos y me obliga a sentarme y a comentarle qué me parecen. No hay muchas maneras de decir: «Estás fantástica, Kate».

Aunque está delgada, tiene unas curvas para perder el sentido. No lo hace a propósito, lo sé.   Al final me arrastro hasta  mi cuarto con el cuerpo cubierto de sudor, y  con la excusa de ir a empaquetar más cajas. ¿Podría sentirme menos a la altura de ella? Me llevo conmigo la alucinante tecnología inalámbrica, enciendo el portátil y escribo a Christian,  algo de lo que no estoy muy segura.  Quizá lo hago para ver la reacción de él a mi mensaje y de esta forma ayudarme a tomar una decisión.

 

De: Anastasia Steele.
Fecha: 23 de mayo de 2011 20:33.
Para: Christian Grey.
Asunto: Universitaria escandalizada.


Bien, ya he visto bastante.
Ha sido agradable conocerte.
Ana.
Pulso «Enviar» riéndome de mi travesura. ¿Le va a parecer a él tan divertida? Oh, mierda… seguramente no. Christian Grey no es famoso por su sentido del humor. Aunque sé que lo tiene, porque lo he vivido. Quizá me he pasado. Espero su respuesta.
Espero y espero. Miro el despertador. Han pasado diez minutos.


 
Para olvidarme de la angustia que se abre camino en mi estómago, me pongo a hacer lo que le he dicho a Kate que haría: empaquetar las cosas de mi habitación. Empiezo metiendo mis libros en una caja. Hacia las nueve sigo sin noticias. Quizá ha salido. Malhumorada, hago un puchero, me pongo los auriculares del iPod, escucho a los Snow Patrol y me siento a mi mesa a releer el contrato y a anotar mis observaciones y comentarios.
 

No sé por qué levanto la mirada, quizá capto de reojo un ligero movimiento, no lo sé, pero cuando miro, Christian está en la puerta de mi habitación con  la vista puesta en mi. Lleva sus pantalones grises de franela y una camisa blanca de lino, y agita suavemente las llaves del coche como para llamar mi atención. Me quito los auriculares y me quedo helada. ¡ Nooo!
 
—Buenas noches, Anastasia —me dice en tono frío y expresión cauta e impenetrable.

 
La capacidad de hablar me abandona. Maldita Kate, lo ha dejado entrar sin avisarme. Por un segundo soy consciente de que yo estoy hecha un asco, toda sudada y sin duchar, y él está guapísimo, con los pantalones un poco caídos, y para colmo, en mi habitación.  ¿ No es lo que estaba deseando ? ¿ Acaso no tenía dudas de que estuviera con otra ? ¿ Por qué lamento, entonces, que me encuentre de esta guisa? Más bien lamento que no me encuentre arreglada, atractiva y bien perfumada, y no ¿oliendo a sudor? después de haber corrido unos metros por el parque ?  Esa es una norma estricta que Christian reseña: limpieza e higiene...  Justo lo que no tengo en estos momentos.

Sin embargo, lejos de dar media vuelta e irse, está ahí, mirándome con ese gesto indescifrable y esa mirada heladora que me taladra.
—He pensado que tu e-mail merecía una respuesta en persona —me explica en tono seco.
¡ Santo cielo ! no huye, permanece ahí, y está dispuesto a charlar...
Abro la boca y vuelvo a cerrarla, dos veces. Esto sí que es una broma. Por nada del mundo se me había ocurrido que pudiera dejarlo todo para pasarse por aquí.  La diosa que llevo dentro, salta de alegría, se ríe y grita a los cuatro vientos:  le importas, le importas.
—¿Puedo sentarme? —me pregunta, ahora con ojos divertidos, después de comprobar lo nerviosa que me he puesto.
Gracias, Dios mío… Quizá la broma le ha parecido graciosa.
 
Asiento. Mi capacidad de hablar sigue sin hacer acto de presencia. Christian Grey está sentado en mi cama… no lejos de mi
—Me preguntaba cómo sería tu habitación —me dice con mirada un tanto picarona
Miro a mi alrededor pensando por dónde escapar. No, sigue sin haber nada más que la puerta y la ventana.  Deseo salir corriendo.  No puede intimidarme de esa forma cada vez que le veo.

Mi habitación es funcional, pero acogedora: pocos muebles blancos de mimbre y una cama doble blanca, de hierro, con una colcha de patchwork que hizo mi madre cuando estaba en su etapa de labores hogareñas. Es azul cielo y crema.
 
—Es muy serena y tranquila —murmura-.  Muy relajante
No en este momento… no contigo aquí- digo para mis adentros nerviosa.
Al final mi bulbo raquídeo recupera la determinación. Respiro hondo para tranquilizarme, al menos un poco
-¿Cómo…?
Me sonríe algo burlón
 
—Todavía estoy en el Heathman.  Sabes que puedes contactar conmigo antes del miércoles. ¿ Lo recuerdas, verdad?
Eso ya lo sabía. Pero no esperaba que fuera antes de ese día- rezongo en voz baja
—¿Quieres tomar algo?- le pregunto para cortar algo de la violencia que siento.  Tengo que decir que la educación siempre se impone.
—No, gracias, Anastasia.
Esboza una deslumbrante media sonrisa con la cabeza ligeramente ladeada, y a mi vuelve a desconcertarme. Bueno, seguramente sea yo quien necesita una copa.
—Así que ha sido agradable conocerme…- repite socarronamente

 
Maldita sea, ¿se ha ofendido? Me miro los dedos. A ver cómo salgo de esta. Si le digo que solo era una broma, no creo que le guste mucho.
-Pensaba que me contestarías por e-mail —le digo en voz muy baja, patética, sin apenas mirarle
—¿Estás mordiéndote el labio a propósito? —me pregunta muy serio.


 
 
Pestañeo, abro la boca y suelto el labio. ¡ No me faltaba más que eso !
—No era consciente de que me lo estaba mordiendo —murmuro.
El corazón me late muy deprisa. Siento la tensión, esa exquisita electricidad estática que invade el espacio. Está sentado muy cerca de mí, con sus ojos grises impenetrables, los codos apoyados en las rodillas y las piernas separadas. Se inclina, me deshace una trenza muy despacio y me separa el pelo con los dedos. Se me corta la respiración y no puedo moverme. Observo hipnotizada su mano moviéndose hacia la otra trenza, tirando de la goma y deshaciendo la trenza con sus largos y hábiles dedos.  Mis terminaciones nerviosas de la cabeza, me hacen que cierre los ojos, como para saborear el momento
—Veo que has decidido hacer un poco de ejercicio —me dice en voz baja y melodiosa, colocándome el pelo detrás de la oreja—. ¿Por qué, Anastasia? ¿ Piensas seguir las normas?
Me rodea la oreja con los dedos y muy suavemente, rítmicamente, tira del lóbulo. Es muy excitante.  Yo estoy cada vez más nerviosa.
 
—Necesitaba tiempo para pensar —susurro.  El correr me ayuda a concentrarme
 
Me siento como un ciervo ante los faros de un coche, como una polilla junto a una llama, como un pájaro frente a una serpiente… y él sabe exactamente lo que está haciendo. Lo hace a propósito para anular mi voluntad.  Como experto amante, sabe jugar su baza.
—¿Pensar en qué, Anastasia?- dice suavemente, quedamente junto a mi mejilla
—En ti- digo muy bajito, ya con la voluntad perdida
 
—¿Y has decidido que ha sido agradable conocerme? ¿Te refieres a conocerme en sentido bíblico?
Mierda. Me ruborizo. No sé qué me hace sentirme tan tímida cuando estoy frente a él
 
—No pensaba que fueras un experto en la Biblia- digo con ironía
—Iba a catequesis los domingos, Anastasia. Aprendí mucho. Y ... luego la vida, me hizo graduarme con unas "notas" que no puedes ni imaginarte
—No recuerdo haber leído nada sobre "aparatos de tortura sexual" en la Biblia. Quizá te dieron la catequesis con una traducción moderna- digo con un punto mitad ironía y mitad furiosa por no ser capaz de hacerme con la situación. No con él,  tan cerca de mi
 
Sus labios se arquean dibujando una ligera sonrisa y dirijo la mirada a su boca.  Es como un imán del que no puedo resistirme
—Bueno, he pensado que debía venir a recordarte lo agradable que ha sido conocerme - ¿ quién dijo que no tenía sentido del humor ?, me repito por lo bajo.
Dios mío. Lo miro boquiabierta, y sus dedos se desplazan de mi oreja a mi barbilla.
—¿Qué le parece, señorita Steele?
Sus ojos brillantes destilan una expresión de desafío. Tiene los labios entreabiertos. Está esperando, alerta para atacar. . Me adelanto y me muevo hacia él. De repente , no tengo ni idea de cómo, y en un abrir y cerrar de ojos estoy en la cama, inmovilizada por él, con las manos extendidas y sujetas por encima de la cabeza, con su mano libre agarrándome la cara y su boca buscando la mía.
Me besa, me reclama,  y yo me deleito en su fuerza. Lo siento por todo mi cuerpo. Me desea. No a Kate, con sus minúsculos bikinis, ni a una de las quince, ni a la malvada señora Robinson. A mí es a quién desea este hermoso hombre . La diosa que llevo dentro brilla tanto que podría iluminar todo Portland. Deja de besarme. Abro los ojos y lo veo mirándome fijamente.
—¿Confías en mí? —me pregunta.
Asiento con los ojos muy abiertos, con el corazón rebotándome en las costillas y la sangre tronando por todo mi cuerpo.
 
Estira el brazo y del bolsillo del pantalón saca su corbata de seda gris… la corbata gris que deja pequeñas marcas del tejido en mi piel. Se sienta rápidamente a horcajadas sobre mí y me ata las muñecas, pero esta vez anuda el otro extremo de la corbata a un barrote del cabezal blanco de hierro.

º

Tira del nudo para comprobar que es seguro. No voy a ir a ninguna parte. Estoy atada a mi cama, y muy expectante.
Se levanta y se queda de pie junto a la cama, mirándome con ojos turbios de deseo. Su mirada es de triunfo y a la vez de alivio. ¿ Por qué de alivio ? ¿ Acaso tenía miedo de negarle rotundamente ?
—Mejor así —murmura.
Esboza una maliciosa sonrisa de superioridad. Se inclina y empieza a desatarme una zapatilla.
 
Oh, no… no… los pies no. Acabo de correr.  ¡Deben olerme a rayos! ...
 
—No —protesto y doy patadas para que me suelte.
 
Se detiene.
—Si forcejeas, te ataré también los pies, Anastasia. Si haces el menor ruido, te amordazaré. No abras la boca. Seguramente ahora mismo Katherine está ahí fuera escuchando.-  Me dice esto mirándome al rostro, como si no le importara que estaba sudada.
¡Amordazarme! ¡Kate! Me callo.  Opto por guardar silencio para no empeorar más la situación
Horrorizada, compruebo cómo me quita las zapatillas y los calcetines, y me baja muy despacio el pantalón de chándal. Oh…  Me levanta, retira la colcha y el edredón de debajo de mí y me coloca boca arriba sobre las sábanas.
—Veamos. —Se pasa la lengua lentamente por el labio inferior—. Estás mordiéndote el labio, Anastasia. Sabes el efecto que tiene sobre mí- me dice como una amenza
Me presiona la boca con su largo dedo índice a modo de advertencia.


 
Dios mío. Apenas puedo contenerme, estoy indefensa, tumbada, viendo cómo se mueve tranquilamente por mi habitación. Es un afrodisiaco embriagador. Se quita sin prisas los zapatos y los calcetines, se desabrocha los pantalones y se quita la camisa.
—Creo que has visto demasiado.-  Ahora es el Christian juguetón
Se ríe maliciosamente. Vuelve a sentarse encima de mí, a horcajadas, y me levanta la camiseta.
Creo que va a quitármela, pero la enrolla a la altura del cuello y luego la sube de manera que me deja al descubierto la boca y la nariz, pero me cubre los ojos. Y como está tan bien enrollada, no veo  nada, lo que me altera aún m
-Mumm —susurra satisfecho—. Esto va cada vez mejor. Voy a tomar una copa.
Se inclina, me besa suavemente en los labios y dejo de sentir su peso. Oigo el leve chirrido de la puerta de la habitación. Tomar una copa. ¿Dónde? ¿Aquí? ¿En Portland? ¿En Seattle? Aguzo el oído.
Distingo ruidos sordos y sé que está hablando con Kate… Oh, no… Está prácticamente desnudo.
¿Qué va a decir Kate? Oigo un golpe seco. ¿Qué es eso? Regresa, la puerta vuelve a chirriar, oigo sus pasos por la habitación y el sonido de hielo tintineando en un vaso. ¿Qué está bebiendo? Cierra la puerta y oigo cómo se acerca quitándose los pantalones, que caen al suelo.  Y vuelve a sentarse a horcajadas sobre mí.
—¿Tienes sed, Anastasia? —me pregunta en tono burlón.
—Sí —le digo, porque de repente se me ha quedado la boca seca.
Oigo el tintineo del hielo en el vaso. Se inclina y, al besarme, me derrama en la boca un líquido delicioso y vigorizante. Es vino blanco. No lo esperaba y es muy excitante, aunque está helado, y los labios de Christian también están fríos.
—¿Más? —me pregunta en un susurro.
Asiento. Sabe todavía mejor porque viene de su boca. Se inclina y bebo otro trago...  Madre mía.
—No nos pasemos. Sabemos que tu tolerancia al alcohol es limitada, Anastasia.
No puedo evitar reírme, y él se inclina y suelta otra deliciosa bocanada. Se mueve, se coloca a mi lado y lo siento cerca de mi
—¿Te parece esto agradable? —me pregunta, y noto cierto tono amenazante en su voz.
Me pongo tensa. Vuelve a mover el vaso, me besa y, junto con el vino, me suelta un trocito de hielo en la boca. Muy despacio empieza a descender con los labios desde mi cuello, mis hombros, mis mejillas . . .
—Ahora tienes que quedarte quieta —susurra—. Si te mueves, llenarás la cama de vino,Anastasia.
Mis caderas se flexionan automáticamente.
—Oh, no. Si derrama el vino, la castigaré, señorita Steele.
Gimo, intento controlarme y lucho desesperadamente contra de soltarme.  Oh, no… por favor.
Prosigue su concierto de seducción...  Se inclina, me besa...  Lucho contra esas sensaciones...
—¿Te gusta esto? —me pregunta mientras me besa el lóbulo de la oreja
Vuelvo a oír el tintineo del hielo, y sentirlo bajar por mi escote
—Si derramas el vino, te castigaré, Anastasia
—Oh… por favor… Christian… señor… por favor.
 
—Querida Anastasia, forcejeas. ¿Qué voy a hacer contigo?



Protesto en voz alta. En lo único que puedo concentrarme es en su voz . No puede ser real todo lo que está ocurriendo
Nada más importa. Mi radar no registra nada más.
 
—Oh, nena —murmura- Exhala un suspiro y estirando un brazo,  me retira la camisetade los ojos para que pueda verlo. La tenue luz de la lámpara me hace parpadear. Deseo tocarlo.
—Quiero tocarte —le digo.
—Lo sé —murmura.
Se inclina y me besa sin dejar de mirarme 
. Con una  mano me recoge el pelo hacia arriba y me sujeta la cabeza para que no la mueva.
 
—Este es tu castigo, tan cerca y de pronto tan lejos. ¿Te parece esto agradable? —me susurra al oído. Agotada, gimoteo y tiro de mis brazos atados. Estoy indefensa, perdida en una tortura, en la de Christian
Vuelve a besarme nuevamente, con suavidad, con dulzura
—Por favor.
—¿Qué quieres, Anastasia?
—A ti… ahora —grito.
 

 
—¿Te parece esto agradable? —me repite con ironía
—Era una broma —gimoteo.
—¿Una broma? —me pregunta en voz amenazadoramente baja.
—Sí. Por favor, Christian —le ruego.
—¿Y ahora te ríes?
—No —gimoteo.
Se levanta y empieza a vestirse. Cuando ha acabado, vuelve a la cama, me desata y me quita la camiseta. Flexiono los dedos y me froto las muñecas, sonriendo al ver que se me ha marcado el dibujo del tejido.  El tira de la colcha y del edredón para taparme.
Lo miro aturdida y él me devuelve la sonrisa.
—Ha sido realmente agradable —susurro sonriendo tímidamente.
—Ya estamos otra vez con la palabrita- me dice algo seco
—¿No te gusta que lo diga?- le replico
—No, no tiene nada que ver conmigo- Y está vez si se nota enfadado
—Vaya… No sé… parece tener un efecto beneficioso sobre ti- le digo siguiendo mi broma
—¿Soy un efecto beneficioso? ¿Eso es lo que soy ahora? ¿Podría herir más mi amor propio, señorita Steele?
—No creo que tengas ningún problema de amor propio.
Pero soy consciente de que lo digo sin convicción. Algo se me pasa rápidamente por la cabeza, una idea fugaz, pero se me escapa antes de que pueda atraparla.
—¿Tú crees? —me pregunta en tono amable.
Está tumbado a mi lado, vestido, con la cabeza apoyada en el codo, y yo solo tapada con el edredón
—¿Por qué no te gusta que te toquen?
—Porque no. —Se inclina sobre mí y me besa suavemente en la frente—. Así que ese e-mail era lo que tú llamas una broma.
Sonrío a modo de disculpa y me encojo de hombros.
—Ya veo. Entonces todavía estás planteándote mi proposición…
—Tu proposición indecente… Sí, me la estoy planteando. Pero tengo cosas que comentar.
Me sonríe aliviado.
—Me decepcionarías si no tuvieras cosas que comentar.
—Iba a mandártelas por correo, pero me has interrumpido.
 Coitus interruptus

-¿Lo ves?, sabía que tenías algo de sentido del humor escondido por ahí —le digo sonriendo.
—No es tan divertido, Anastasia. He pensado que estabas diciéndome que no, que ni siquiera querías comentarlo.
Se queda en silencio.
—Todavía no lo sé. No he decidido nada. ¿Vas a ponerme un collar?
Alza las cejas.
—Has estado investigando. No lo sé, Anastasia. Nunca le he puesto un collar a nadie.
Oh… ¿Debería sorprenderme? Sé tan poco sobre las sesiones… No sé.
—¿A ti te han puesto un collar? —le pregunto en un susurro.
—Sí.
—¿La señora Robinson?
—¡La señora Robinson!
Se ríe a carcajadas, y parece joven y despreocupado, con la cabeza echada hacia atrás. Su risa es contagiosa. Le sonrío.
—Le diré cómo la llamas. Le encantará.
—¿Sigues en contacto con ella? —le pregunto sin poder disimular mi temor.
—Sí —me contesta muy serio.
Oh… De pronto una parte de mí se vuelve loca de celos. El sentimiento es tan fuerte que me perturba.
—Ya veo —le digo en tono tenso—. Así que tienes a alguien con quien comentar tu alternativo estilo de vida, pero yo no puedo... Pues eso francamente, no me gusta.  Me hiciste firmar un contrato de confidencialidad, ¿ qué pasa contigo, no tienes esa obligación al igual que yo ?
Frunce el ceño.
—Creo que nunca lo he pensado desde ese punto de vista. La señora Robinson formaba parte de este estilo de vida. Te dije que ahora es una buena amiga. Si quieres, puedo presentarte a una de mis ex sumisas. Podrías hablar con ella.

 
¿Qué? ¿Lo dice a propósito para que me enfade? ¿ Con quién cree que está tratando ? Tengo mi orgullo y mi amor propio. Claro, reflexiono, no me mira de la misma manera que yo a él.  Mis sentimientos son profundos, pero los de él, son solamente sexuales
—¿Esto es lo que tú llamas una broma?
—No, Anastasia —me contesta perplejo.
—No… me las arreglaré yo sola, muchas gracias —le contesto bruscamente, tirando de la colcha hasta mi barbilla.
Me observa perdido, sorprendido.
—Anastasia, no… —No sabe qué decir. Una novedad, creo—. No quería ofenderte.
—No estoy ofendida. Estoy consternada.
—¿Consternada?
—No quiero hablar con ninguna ex novia tuya… o esclava… o sumisa… o como las llames. No hieras mi orgullo, por favor. Sé que pensamos diferente, pero aún no he dicho que si.
—Anastasia Steele, ¿estás celosa?
Me pongo colorada.
—¿Vas a quedarte?- le pregunto.  Deseo que diga que si, pero también recuerdo que ha dicho que nunca duerme con nadie, aunque hizo una excepción los días pasados
—Mañana a primera hora tengo una reunión en el Heathman. Además ya te dije que no duermo con mis novias, o esclavas, o sumisas, ni con nadie. El viernes y el sábado fueron una excepción. No volverá a pasar.
Oigo la firme determinación detrás de su dulce voz ronca.
Frunzo los labios.
—Bueno, estoy cansada.
—¿Estás echándome?
Alza las cejas perplejo y algo afligido.
—Sí.
—Bueno, otra novedad. —Me mira interrogante—. ¿No quieres que comentemos nada? Sobre el contrato.
—No —le contesto de mal humor.
—Ay, cuánto me gustaría darte una buena tunda. Te sentirías mucho mejor, y yo también.
—No puedes decir esas cosas… Todavía no he firmado nada.
—Pero soñar es humano, Anastasia. —Se inclina y me agarra de la barbilla—. ¿Hasta el miércoles? —murmura.
Me besa rápidamente en los labios.
—Hasta el miércoles —le contesto—. Espera, salgo contigo. Dame un minuto.
Me siento, cojo la camiseta y lo empujo para que se levante de la cama. Lo hace de mala gana.
—Pásame los pantalones de chándal, por favor.
Los recoge del suelo y me los tiende.
—Sí, señora.
Intenta ocultar su sonrisa, pero no lo consigue.
Lo miro con mala cara mientras me pongo los pantalones. Tengo el pelo hecho un desastre y sé que después de que se marche voy a tener que enfrentarme a la santa inquisidora Katherine Kavanagh. Cojo una goma para el pelo, me dirijo a la puerta y la abro para ver si está Kate. No está
en el comedor. Creo que la oigo hablando por teléfono en su habitación. Christian me sigue. Durante el breve recorrido entre mi habitación y la puerta de la calle mis pensamientos y mis sentimientos fluyen y se transforman. Ya no estoy enfadada con él. De pronto me siento insoportablemente tímida

 
No quiero que se marche. Por primera vez me gustaría que fuera normal, me gustaría mantener una relación normal que no exigiera un acuerdo de diez páginas, azotes y mosquetones en el techo de su cuarto de juegos.
Le abro la puerta y me miro las manos. Es la primera vez que me traigo un chico a mi casa, y creo que ha estado genial. Pero ahora me siento como un recipiente, como un vaso vacío que se llena a su antojo. Mi subconsciente mueve la cabeza. Querías correr al Heathman en busca de sexo… y te lo han traído a casa. Cruza los brazos y golpea el suelo con el pie, como preguntándose de qué me quejo. Christian se detiene junto a la puerta, me agarra de la barbilla y me obliga a mirarlo. Arruga la frente.
—¿Estás bien? —me pregunta acariciándome la barbilla con el pulgar.
—Sí —le contesto, aunque la verdad es que no estoy tan segura.
Siento un cambio de paradigma. Sé que si acepto, me hará daño. Él no puede, no le interesa o no quiere ofrecerme nada más… pero yo quiero más. Mucho más. El ataque de celos que he sentido hace un momento me dice que mis sentimientos por él son más profundos de lo que me he reconocido a mí misma.
—Nos vemos el miércoles —me dice.
Se inclina y me besa con ternura. Pero mientras está besándome, algo cambia. Sus labios me presionan imperiosamente. Sube una mano desde la barbilla hasta un lado de la cara, y con la otra me sujeta la otra mejilla. Su respiración se acelera. Se inclina hacia mí y me besa más profundamente.
Le cojo de los brazos. Quiero deslizar las manos por su pelo, pero me resisto porque sé que no le gustaría. Pega su frente a la mía con los ojos cerrados.
—Anastasia —susurra con voz quebrada—, ¿qué estás haciendo conmigo?
—Lo mismo podría decirte yo —le susurro a mi vez.
Respira hondo, me besa en la frente y se marcha. Avanza con paso decidido hacia el coche pasándose la mano por el pelo. Mientras abre la puerta, levanta la mirada y me lanza una sonrisa arrebatadora. Totalmente deslumbrada, le devuelvo una leve sonrisa y vuelvo a pensar en Ícaro acercándose demasiado al sol. Cierro la puerta de la calle mientras se mete en su coche deportivo.
Siento una irresistible necesidad de llorar. Una triste y solitaria melancolía me oprime el corazón. Son las dudas, las indecisiones que siento que me ahogan y deprimen.
Vuelvo a mi habitación, cierro la puerta y me apoyo en ella intentando racionalizar mis sentimientos,pero no puedo. Me dejo caer al suelo, me cubro la cara con las manos y empiezan a saltárseme las lágrimas.
Kate llama a la puerta suavemente.
—¿Ana? —susurra.
Abro la puerta. Me mira y me abraza.
—¿Qué pasa? ¿Qué te ha hecho ese repulsivo cabrón guaperas?
—Nada que no quisiera que me hiciera, Kate.
Me lleva hasta la cama y nos sentamos.
—Tienes el pelo  espantoso.
Aunque estoy desconsolada, me río.
—Ha sido , para nada espantoso.
Kate sonríe.
—Mejor. ¿Por qué lloras? Tú nunca lloras.
Coge el cepillo de la mesita de noche, se sienta a mi lado y empieza a desenredarme los nudos muy despacio.
—¿No me dijiste que habías quedado con él el miércoles?
—Sí, en eso habíamos quedado.
—¿Y por qué se ha pasado hoy por aquí?
—Porque le he mandado un e-mail.
—¿Pidiéndole que se pasara?
—No, diciéndole que no quería volver a verle.
—¿Y se presenta aquí? Ana, ¡es genial!.
—La verdad es que era una broma.
—Vaya, ahora sí que no entiendo nada.
Me armo de paciencia y le explico de qué iba mi e-mail sin entrar en detalles.
—Pensaste que te respondería por correo.
—Sí.
—Pero lo que ha hecho ha sido presentarse aquí.
—Sí.
—Te habrá dicho que está loco por ti.
Frunzo el ceño. ¿Christian loco por mí? Difícilmente. Solo está buscando un nuevo juguete, un nuevo y adecuado juguete con el que acostarse y al que hacerle cosas indescriptibles. Se me encoge el corazón y me duele. Esa es la verdad.
—Ha venido a "fastidiarme", eso es todo.


 
—¿Quién dijo que el romanticismo había muerto? —murmura horrorizada.
He dejado impresionada a Kate. No pensaba que eso fuera posible. Me encojo de hombros a modo de disculpa.
—Utiliza el sexo como un arma.
—¿Te hace el amor para someterte?
Mueve la cabeza contrariada. Pestañeo y siento que estoy poniéndome colorada. Oh… has dado en el clavo, Katherine Kavanagh, vas a ganar el Pulitzer.
—Ana, no lo entiendo. ¿Y le dejas que te haga el amor?
—No, Kate, no hacemos el amor… es mucho más duro. Como dice Christian. No le interesa el amor.
—Sabía que había algo raro en él. Tiene problemas con el compromiso.
Asiento, como si estuviera de acuerdo, pero por dentro suspiro. Ay, Kate… Ojalá pudiera contártelo todo sobre este tipo extraño, triste y perverso, y ojalá tú pudieras decirme que lo olvidara, que dejara de ser una idiota.
—Me temo que la situación es bastante abrumadora —murmuro.
Me quedo muy, muy corta.
Como no quiero seguir hablando de Christian, le pregunto por Elliot. Con solo mencionar su nombre, la actitud de Katherine cambia radicalmente. Se le ilumina la cara y me sonríe.
—El sábado vendrá temprano para ayudarnos a cargar.
Estrecha el cepillo con fuerza contra su pecho —vaya, le ha pillado fuerte—, y siento una vaga y familiar punzada de envidia. Kate ha encontrado a un hombre normal y parece muy feliz.
Me giro hacia ella y la abrazo.
—Ah, casi me olvido. Tu padre ha llamado cuando estabas… bueno, ocupada. Parece que Bob ha tenido un pequeño accidente, así que tu madre y él no podrán venir a la entrega de títulos. Pero tu padre estará aquí el jueves. Quiere que lo llames.
—Vaya… Mi madre no me ha llamado para decírmelo. ¿Está bien Bob?
—Sí. Llámala mañana. Ahora es tarde.
—Gracias, Kate. Ya estoy bien. Mañana llamaré también a Ray. Creo que me voy a acostar.
Sonríe, pero arruga los ojos preocupada.
Cuando ya se ha marchado, me siento, vuelvo a leer el contrato y voy tomando notas. Una vez que he terminado, enciendo el ordenador dispuesta a responderle.
En mi bandeja de entrada hay un e-mail de Christian.
 
De: Christian Grey.
Fecha: 23 de mayo de 2011 23:16.
Para: Anastasia Steele.
Asunto: Esta noche.
  Señorita Steele:
Espero impaciente sus notas sobre el contrato.Entretanto, que duermas bien, nena.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
 
De: Anastasia Steele.
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:02.
Para: Christian Grey.
Asunto: Objeciones.
 
 Querido señor Grey:
Aquí está mi lista de objeciones. Espero que el miércoles las discutamos con calma en nuestra cena. Los números remiten a las cláusulas:
2: No tengo nada claro que sea exclusivamente en MI beneficio, es decir, para que explore mi sensualidad y mis límites. Estoy segura de que para eso no necesitaría un contrato de diez páginas. Seguramente es para TU beneficio.
4: Como sabes, solo he practicado sexo contigo. No tomo drogas y nunca me han hecho una transfusión. Seguramente estoy más que sana. ¿Qué pasa contigo?
8: Puedo dejarlo en cualquier momento si creo que no te ciñes a los límites acordados. De acuerdo, eso me parece muy bien.
9: ¿Obedecerte en todo? ¿Aceptar tu disciplina sin dudar? Tenemos que hablarlo.
11: Periodo de prueba de un mes, no de tres.
12: No puedo comprometerme todos los fines de semana. Tengo vida propia, y seguiré teniéndola. ¿Quizá tres de cada cuatro?
15.2: Utilizar mi cuerpo de la manera que consideres oportuna, en el sexo o en cualquier
otro ámbito… Por favor, define «en cualquier otro ámbito».
15.5: Toda la cláusula sobre la disciplina en general. No estoy segura de que quiera ser azotada, zurrada o castigada físicamente. Estoy segura de que esto infringe las cláusulas
2-5. Y además eso de «por cualquier otra razón» es sencillamente mezquino… y me dijiste que no eras un sádico.
15.10: Como si prestarme a alguien pudiera ser una opción. Pero me alegro de que lo dejes tan claro.
15.14: Sobre las normas comento más adelante.
15.19: ¿Qué problema hay en que me toque sin tu permiso? En cualquier caso, sabes que no lo hago.
15.21: Disciplina: véase arriba cláusula 15.5.
15.22: ¿No puedo mirarte a los ojos? ¿Por qué?
15.24: ¿Por qué no puedo tocarte?
Normas:
Dormir: aceptaré seis horas.
Comida: no voy a comer lo que ponga en una lista. O la lista de los alimentos se elimina, o rompo el contrato.
Ropa: de acuerdo, siempre y cuando solo tenga que llevar tu ropa cuando esté contigo.
Ejercicio: habíamos quedado en tres horas, pero sigue poniendo cuatro.
Límites tolerables:
¿Tenemos que pasar por todo esto? No quiero fisting de ningún tipo. ¿Qué es la suspensión? Pinzas genitales… debes de estar de broma.
¿Podrías decirme cuáles son tus planes para el miércoles? Yo trabajo hasta las cinco de la tarde.
Buenas noches.
Ana.
 
De: Christian Grey.
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:07.
Para: Anastasia Steele.
Asunto: Objeciones.
 
 Señorita Steele:
Es una lista muy larga. ¿Por qué está todavía despierta?
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
 
De: Anastasia Steele.
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:10.
Para: Christian Grey.
Asunto: Quemándome las cejas.
 
 Señor:
Si no recuerdo mal, estaba con esta lista cuando un obseso del control me interrumpió y me llevó a la cama.
Buenas noches.
Ana.
 
De: Christian Grey.
Fecha: 24 de mayo de 2011 00:12.
Para: Anastasia Steele.
Asunto: Deja de quemarte las cejas.
 
 ANASTASIA, VETE A LA CAMA.
Christian Grey.
Obseso del control y presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
 ¡Vaya… en mayúsculas!, como si me gritara. Apago el ordenador. ¿Cómo puede intimidarme estando a ocho kilómetros? Todavía triste, me meto en la cama e inmediatamente caigo en un sueño profundo, aunque intranquilo.


 
 
NOTA;

En este capítulo he efectuado las consiguientes correcciones que efectué en anteriores. Motivo: fuerte carga erótica.
Recomendaciones  Leer la obra original en la que no hay censuras de ningún tipo.


 
LA MUSICA DE CHRISTIAN Y ANASTASIA:    Your love is King  ( Sade )


http://www.youtube.com/watch?v=k1ljpLQ1V6Y


LAS FRASES DE GREY:


 

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